martes, 16 de julio de 2013

LECCIONES DE GLAMOUR O LA FÁBRICA DE SUEÑOS

En estos tiempos que corren donde prácticamente todos los valores se han perdido, es difícil mirar hacia el futuro evitando evocar tiempos y escenas pasadas.

Joan Crawford pasando la tarde de domingo
No soy quien para dar lecciones de Glamour pero, enlazando con mi entrada anterior no puedo evitar dar mi punto de vista al respecto. Para ser un mito, se ha de alimentar el misterio y dejarse de tonterías. Cuando menos se cuida una imagen pública, menos atractiva resulta para el ciudadano de a pie.

Si lo que pretendemos es desconectar de nuestros problemas del día a día, poca gracia te hace encontrarte al salir del super a la estrellita de turno sin maquillaje, sin clase y encima con aires de grandeza.

Marlene descansando después de un agotador día
No se puede vivir en la nostalgia eternamente, no es sano y no procede, pero en algunas ocasiones es necesario para poder escapar de la realidad que nos rodea.
Esto lo sabían muy bien los pioneros de la industria cinematográfica.

Una fuente principal de escapismo era el cine. Como he dicho en más de una ocasión, fue en su día una fábrica de sueños y alimento fundamental de las masas.

Jean Harlow preparada para dar un paseo en coche
Durante los años siguientes a la invención del cinematógrafo, las películas eran fantasías sin el menor contacto con la realidad, no existía el concepto de “sex-appeal”, desconocido por los primeros intérpretes. La Primera Guerra Mundial dejó a muchas personas solas, principalmente mujeres, dándolas mayor libertad y un nuevo estilo de vida, lo que favoreció la creación de lugares de diversión baratos y menos formales que el teatro por ejemplo.

Rita practicando bici-pisci...
En la década de los años 20 los productores más astutos se habían dado cuenta ya, que determinados interpretes atraían al público hacía sus películas, por lo que comenzaron a cuidarse las producciones, dándoles al público lo que querían.

Con el hallazgo del sonoro, el cine siguió dominando el mercado del entretenimiento y los años 30 significaron para Hollywood su momento de mayor esplendor. De hecho la crisis económica favoreció la popularidad del cine aun más como espectáculo de evasión barato.

Hedy encantada con el trinar de las aves
Circunstancias políticas conocidas por todos, bien entrados los años 30, favorecieron la emigración de artistas europeos que añadieron a Hollywood un aura de misterio y exotismo que desencadeno en el llamado Glamour.

Hollywood popularizó entonces el Star System. Sus estrellas y producciones, con románticas e idealizadas imágenes, glorificaron los tradicionales sueños de éxito frente a la depresión que afectaba al país.

Dorothy Lamour de barbacoa
En aquella época “Ir a Hollywood”, indicaba una fantástica calidad, un aire sofisticado ligeramente artificial, con un toque de dramatismo, separando ilusión de realidad. Donde se igualaba la creencia de la estrella con las mágicas imágenes manufacturadas por el estudio. El público pedía a estos grandes fantasías por 25 centavos.


Los estudios tenían el tiempo y el dinero necesario para hallar y pulir a futuras estrellas y contaban con una serie de artistas dedicados a diseñar una imagen sofisticada o sencillamente atractiva para el público, proporcionándoles diversión y libertad emocional.

Carole Lombard retozando en la piscina
Durante esa época el término Glamour se utilizaba para designar a algunas estrellas femeninas. West, Lombard, Dietrich, Harlow, Garbo, Crawford… La personalidad, el carisma, el estilo y la belleza de estas estrellas, fue copiado por millones de mujeres y enamoró a otros tantos hombres. Estilo este que ofrecía una indefinible atracción, generado por un pequeño grupo de creativos repartido por los diferentes estudios, que cuidaban tanto sus vehículos de lucimiento como sus apariciones públicas.

Dolores adiestrando a su perrito
En la actualidad, no hay programa de tv o revista, sea dominical de un periódico o del corazón, que te cuenten con todo lujo de detalles el día a día de estas “carismáticas personalidades” que no conocen ni el carisma ni el Glamour ni de lejos.

Maria Montez dejándose querer
Su imagen pública como dije en la entrada anterior, se abarata hasta grados tales que terminan por aburrir hasta al más firme mitómano que se precie.


Impensable en la época dorada del cine encontrarte a una Dietrich saliendo de compras sin haber calculado previamente hasta el más mínimo detalle de su apariencia, midiendo como si fuera un tesoro de incalculable valor cualquier gesto por nimio que fuese.

Ahora, cuando llegue la época de los Goya o los Oscar, como siempre me llevaré las manos a la cabeza y me reiré a carcajadas cuando se les llene la boca de hablarnos del Glamour del cine.

Venenosos salu2 desde Crystal Lake!!

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