martes, 21 de julio de 2020

¡COMER COMO UN PÁJARO!


Comer
Del lat. comedêre.
1. tr. Masticar y deglutir un alimento sólido.
2. tr. Ingerir alimento.

Gula
Del lat. gula.
1. f. Exceso en la comida o bebida, y apetito desordenado de comer y beber.

“La realidad, sin imaginación, es la mitad de realidad.”
Luis Buñuel

El título de esta entrada señala a una persona que come poco, casi como un pajarito, pero este no es mi caso. Los alimentos elaborados y yo tenemos una relación de amor-odio.

Aunque parezca lo contrario mi estómago no tiene límites y normalmente mis problemas de salud están relacionados con los alimentos, en general por atracones. Una vez que hinco el diente a algo, como si fuese un gran tiburón blanco, devoro todo lo devorable que esté a mi alcance. ¡Lo del fuet y no han pasado ni 24h debería haberlo patentado yo!

En esta mesa se masca la tragedia...

Cuando era carnívoro, allá por el pleistoceno, antes de decidir qué meter en un bocadillo, probaba todo lo comestible que había en el frigorífico: chorizo, jamón, mortadela, lomo, salchichón, etc… Hacía las combinaciones posibles de todos ellos con mahonesa, kétchup, mostaza, juntos y por separado. Total que ya con eso había más que cenado y por lógica estaría más que satisfecho, pero igualmente me comía un bocadillo. ¡Ah, de media barra de pan! También tenía y sigo teniendo la mala costumbre de atragantarme e incluso ahogarme comiendo…

Cuando conocí a Escolopendra le pregunté: ¿Te importaría vivir con un luchador de sumo? Su repuesta fue concisa: ¡Pues sí!

“Si tiene que matar el sabor de lo que está comiendo,
el kétchup se vierte ahí.”
Marlene Dietrich

Normalmente estoy hambriento y más de una vez le he dicho a Escolopendra que no había nada en la cocina. Ella que sabe que mi “talón de Aquiles” es la pereza me contesta la mayoría de las veces: “cosas tienes, lo que pasa es que tienes que elaborarlas.
¡Siempre tan sabia!

¡Deseo que tengáis un buen almuerzo excepto a Christina!

En caso de hambruna extrema he llegado a comerme hasta una cebolla. Aunque esto termina casi siempre fatal… Como fatal me he puesto las veces que como demasiado. De hecho las pocas veces que he faltado al trabajo es por indigestión. De quedarse en casa dos días en cama o sin parar de visitar al Sr. Roca…

Una de las primeras cosas que escuchó mi madre que salió de mi boca cuando era un niño de meses fue: “tra tra”. Acompañaba esta vocalización con un movimiento de las manos. Seguro que veía algo que me gustaba y le indicaba lo mejor que podía, que me lo quería llevar a la boca.

¡Soy tan tragoncete como un pequeño gorrinillo!

Lo único positivo que saqué de ser un tragón, viviendo en casa con mis padres, es que me resultaba relativamente fácil disimular una borrachera. Bueno, mi madre tenía sus sospechas, pero la duda rondaba por ahí, visto lo visto a la hora de la comida y cómo daba cuenta de un cocido madrileño…

Lo único malo es que conservo la manía de comer a escondidas. Mi padre me regañaba cuando lo hacía y ahora Escolopendra lo hace también. Ambos con buenas intenciones, desde luego. Uno argumentaba que me iba a sentar mal y la otra porque ve que no tiene ningún sentido esconderse en tu propia casa para comerse lo que tú mismo has comprado. En ocasiones sigo haciéndolo. ¡En fin!

No te fíes de quién intente invitarte a un vaso de leche...

Siempre he pensado que soy inteligente, pero no entiendo por qué cuando tengo dolor o molestias en el estomago decido combatirlas comiendo más. Mi razonamiento es que me duele por hambre. Escolopendra ha vivido grandes momentos en ese sentido conmigo…

Casi todo el que me ha visto comer dudaría en principio de esto, pero en ocasiones, si hay confianza, he bajado la guardia y me han visto en pleno frenesí devorador. Cosa que deja ojiplático a más de uno. Incluso alguna vez han comentado a Escolopendra Venenossa: ¡no sabíamos que comía tanto!

“He seguido la misma dieta durante 20 años,
eliminando los almidones, viviendo de ensaladas,
carnes magras, y porciones pequeñas.”
Gene Tierney

Y entonces: ¿a qué viene eso de comer como un pájaro? Esto se debe a mi otro YO. El yo escrupuloso.

Siguiendo la estela de mi anterior entrada donde narraba que no me gusta que me rocen, toquen o abracen, he de confesar que algo que no me hace mucha gracia es comer fuera de casa, sea en restaurantes o casas de amigos. Y desde luego, en algo que supongo coincidiréis conmigo, no me gusta compartir comida. Tampoco ver comer a los demás.

Nada mejor que un buen periódico para evitar imágenes desagradables.
¡Y tienen perro...!

Comer, leí en algún artículo, es un acto muy íntimo y personal. Continuaba diciendo que comer con otras personas fuera de tu entorno familiar es un acto de confianza entre ambas partes. ¡Gracias a este artículo me di cuenta de que no estaba solo!

En cuanto a compartir o ver comer a alguien, me acuerdo una vez con unos 18 años, que estaba la mar de contento porque llevaba a clase un plátano para matar el gusanillo. Raro en mí porque no soy muy amigo de la fruta. El caso es que un profesor, que me caía bien, me pidió un poco. Fue darle un bocado y se me quitaron las ganas. ¡Se lo di! Creo que algo intuía porque lo mismo me pasó con él y un sándwich. En cualquier caso prefiero invitar a algo antes que compartir.

¡King Kong poco amigo de compartir la cena!

Escolopendra que conoce mis manías, como el trajín que me traigo con mis cucharas para el café llamadas: la Prefe nº1 y la Prefe nº2, sabe lo mal que me sienta que alguien utilice mi taza del desayuno o mi vaso de agua, etc… Está más que acostumbrada, pero aun así si deja algo en su plato y me lo ofrece sabe que no lo comeré del suyo. Lo serviré en el mío. Si se da la situación en que no me lo como, me pregunta siempre, que si puede ponerlo de nuevo en la olla y que no lo ha tocado. Después de 20 años de convivencia eso lo tengo superado, pero ya sabréis que las Escolopendras son muy educadas.

"Si te gusta la fruta ponte a disfrutar,
disfruta la fruta buena y natural..."

“Cuando planifico un menú, considero el color, la textura,
el sabor y el equilibrio.”
Joan Crawford

En cuanto a los lugares públicos, tengo mis manías, que no se si todo el mundo apreciará. Busco lugares alejados y prefiero sentarme cerca de una pared. Si no se puede, intento por lo menos dar la espalda a la puerta de entrada del restaurante o del resto de gente que este comiendo allí. Normalmente como voy acompañado y estoy entretenido, mi mente se relaja y una vez que meto el hocico en el plato dejo de pensar cosas extrañas. Otra cosa es que vea al cocinero… Una vez Escolopendra me trajo para comer un bocadillo de tortilla de patatas de un restaurante. El bocadillo estaba muy bueno, pero cometí el error de ir yo mismo a por uno. Vi la cara del cocinero asomándose a la barra mientras yo esperaba y ya no me comí el bocata a gusto. No me llegó a sentar mal, pero casi.

Groucho y Margaret más pendientes del plato del vecino que del suyo propio.

La primera vez que me invitan a comer a alguna casa tengo mis reservas. Y siempre prefiero comer poquito, no porque piense que me van a envenenar como en la Edad Media. Además de quedar elegante si no me ha gustado mucho, por lo menos termino rápido. Si me invitan de nuevo, siempre espero el mismo menú y si no es así lo sugiero. Prefiero que no me sorprendan con novedades. Normalmente digo algo parecido a esto: “me encantó lo que comí. Sueño con ello. ¡Vuélvemelo a hacer!

¿Le gustará el gazpacho?

En cambio si tengo invitados en casa, como cocina Escolopendra me convierto en un aspirador. Aquí también lo habitual es que la gente se sorprenda al verme.

De todas formas no es complicado acertar conmigo: soy feliz con unos huevos bien fritos (sin babilla) y una montaña de patatas fritas. Si añadimos unos pimientos ¡pleno!

Por otro lado, un defecto que me molesta un poco es que me hagan esperar, pero este defecto se convierte en aliado cuando me invitan a comer y las cosas no están preparadas. Así puedo echar un ojo a la cocina y ver que están elaborando. ¡Y si tengo mucha hambre incluso ayudo!

“Lo bueno en exceso puede ser maravilloso.”
Mae West

También me encanta que la gente tenga mascota. Hace muchos años me invitaron a comer pollo en salsa. Un plato “difícil”. Puntualizo que aunque no era vegetariano, todos los platos que se cocinan con carnes y pescados los he evitado fuera de casa. ¡Cómo los de mamá ninguno!

Claudette sabe que es indispensable tener un perro bajo la mesa.

El caso es que la muchacha tenía perro. El perro y yo no nos gustábamos. La muchacha me sirve el plato, poquito le pedí, porque ya al primer vistazo apuntaba maneras… Ella se sirve y al rato se va a la cocina a buscar algo, momento que aproveché para deshuesar el rosado pollo y encasquetárselo al perro. ¡No tardó ni 5 minutos en volver y ya no quedaba ni rastro!

-¡Ya has acabado! ¿Te pongo más?
(…si claro, después de ver que tú no te has puesto casi nada…)
-No gracias estoy lleno. Soy de comer poco.

¡Una mierda soy de comer poco! Luego así me pasa, que más de una vez llego a casa muerto de hambre. Por cierto el perro de la historia se hizo amigo mío y a su dueña le extrañó, porque su perro era antisocial. ¡A falta de perro son muy socorridas las servilletas de papel y los bolsillos de los pantalones!

Con los animales me llevo bien, aunque una vez me pelee con un gato por un trozo de fuet. Estaba invitado en un pueblo y decimos un grupo de amigos pasar el día en un embalse. Ni me prepare comida ni me la prepararon y estuve hambriento todo el día. Al anochecer regresamos a la casa. Entre los bártulos que llevábamos había dos cajas de cervezas vacías. De pronto, de la nada apareció un gato y se puso a trastear en ellas. Cuando me asomé para ver con que porras estaba jugando, descubrí el trozo de fuet. Lo desenganche de las cajas bajo la atenta mirada del gato y me lo comí. ¡El gato dejó de ser mi amigo ipso facto!

Françoise Arnoul y su gato: ¡él nunca lo haría!

“El postre es probablemente la etapa más importante de la comida, ya que será lo último que recordarán sus invitados antes de que se desmayen por toda la mesa.”
William Powell

Para remate, el colmo es cuando declino una invitación y Escolopendra vuelve con un tupper. Una vez, a fuerza de insistir Escolopendra y haciéndome ver que haría un feo a la persona que me lo enviaba, que me caía mal por cierto, me comí una ensaladilla rusa a regañadientes y me sentó fatal. Nunca más se repitió la historia. No sé muy bien si fue porque Escolopendra ya estaba: ¡hasta las forcípulas de oírme relatar!

Gloria Swanson repasando el libro de recetas de su abuela.

De todas formas soy educado y lo mejor de todo: ¡vegetariano! Lo bueno de las verduras es que siempre se acierta y raro es que se cocinen mal, aunque se puede dar el caso. Recuerdo una vez tener que comerme unas berenjenas al horno rellenas de berenjenas que estaban crudas. Gracias a eso aprendí que si me pierdo (no creo, porque salgo poco de casa) por el campo, se que si me topo con un huerto de berenjenas: ¡puedo sobrevivir!

Si has llegado hasta aquí, te pareceré un invitado difícil, pero no te preocupes, con los años he dominado esta pequeña tara y sólo es cuestión de que “rompa el hielo”. Ya sabéis que las primeras veces no resultan tan placenteras como esperabas…

“He pasado una noche estupenda. Pero no ha sido esta.”
Groucho Marx

Venenosos Salu2 desde Crystal Lake!
Todas las fotos colección del autor.

“Me gustaría poder charlar más tiempo, pero espero a un viejo amigo para la cena.”
Hannibal Lecter