miércoles, 13 de marzo de 2013

LIMONES ALIENIGENAS


Ayer me pasó un hecho insólito…

A estas alturas ya sabéis que soy un ser de costumbres, muchas de ellas compartidas con mi amiga Carmen Munsters. Una cita obligada que mantenemos durante décadas es acudir juntos al estreno de la última película de Almodovar, de la que ella es gran admiradora como puede atestiguar Escolopendra Venenossa.


A lo que voy: ayer acudimos nerviosos a ver “Los amantes pasajeros” con desiguales expectativas. Ella se niega a leer, ver o escuchar cualquier comentario, noticia o critica hasta ver la película para no hacerse una idea preconcebida al respecto. A mí las opiniones, criticas y demás no me influyen en absoluto (tanto de amigos como de enemigos) para que algo me guste o no.


Antes de entrar en la sala, situada en la calle Fuencarral, fuimos a tomar un aperitivo en un bar de la zona. El típico madrileño con decoración años 70 por lo menos y allí compartimos impresiones ajenas al inminente estreno.


En un momento de la amena charla entre cañas y bravas, como suele ser habitual en esas situaciones, la Munsters se ausento breves momentos para ir al aseo, lo que me dejo tiempo para observar detenidamente el lugar, a la parroquia, a los camareros y a unos sorprendentes limones que parecía me sonreían maleficamente desde su cesta…


Aunque solo me había tomado una caña, mi cerebro analizó tan rocambolesca impresión y zanjó la cuestión pensando que los efectos del alcohol (aunque no suelo beber mucho o por eso mismo) me habían jugado una mala pasada. Carmen volvió y nos encaminamos al cine…


Un horita y media después volvimos al mismo bar a comentar objetivamente el nuevo film. Munsters (a la que había observado durante la proyección) estaba más tensa que de costumbre y sin anestesia ni nada me soltó a bocajarro que la película no le había gustado casi nada. ¡¡Me dejó realmente desconcertado!!

Me di cuenta que en su primera vista al baño algo había sucedido y me la habían cambiado. Volvimos a tomar las respectivas cañas y algo de picar, servido por unos camareros realmente amables y relucientemente uniformados.


Mientras consumíamos, ella una empanadilla que por lo que sucedió posiblemente fuera de Texas y yo un sándwich vegetal a rebosar de una temible mahonesa que ponía en peligro mi aerodinámica figura y mi control mental ante tan adictivo manjar, volvió a bajar al aseo…


En ese instante los limones empezaron a girar a la velocidad de la luz y la barra del bar de forma sinuosa como una serpiente, empezó a vibrar y a transformarse en un cuadro de mandos con sus brillantes lucecitas, como de una nave espacial tipo Star Trek se tratara.


¡¡Ya me extrañó que hubiese tanto papel de aluminio por todas partes!!

En cuando regresó, venciendo mi temor a los baños públicos (sobre todo de aeropuertos y multicines), temor este que tengo desde que vi “Único testigo”, bajé rápidamente las escaleras y casi me doy de bruces con un limón antropomórfico y un tanto baboso que se estaba metamorfoseando en mi gran amiga.



Después de acabar con el dichoso limón a puñetazo limpio, quitarme toda la pulpa de encima, tomar el correspondiente antídoto por si acaso y dejar el aseo con un brillo que haría palidecer de envidia a Mr Proper, regresé con gran tensión bien disimulada, ¡¡de Goya por lo menos!! que para eso me pagué unas clases en el Maxfactor Studio y volví a ocupar mi taburete en la barra del bar.


Ante mis ojos el bar se presentaba con la estética de nuestra primera visita. Gracias a mis esfuerzos por sacarla de su trance, hacerla ver mis sospechas sobre los limones, los camareros y la disimulada nave nodriza donde habíamos ido a parar, salimos de allí dejando el eco de nuestros pasos en la distancia.


Volveremos a repetir, nos gusta el riesgo!!

Venenosos salu2 desde Crystal Lake!!

lunes, 4 de marzo de 2013

ISLA CALAVERA


Sepan ustedes, que desde hace unas cuantas semanas la Srta. Escolopendra salió de su hueco, recogió todos sus enseres y puso en marcha sus 23 pares de patas en busca de parajes exóticos y experiencias que atesorará con su par de colmillos venenosos.

La maleta de la Srta Escolopendra
Como al Sr. Voorhees eso de salir de sus dominios, entre otras razones por desgana, no le hace mucha gracia, permanece en su cabaña de Crystal Lake. Como una especie de Blancanieves siniestra se le puede observar rodeado de sus animalitos y haciendo guardia hasta su regreso.

Lady Death vs Blancanieves
En este tiempo le da por pensar en lo cerca que se encuentra de los dinosaurios que habitaban la tierra desde el período Triásico hasta el Cretáceo y otros animalillos en extinción.

Saliendo del huevo para un futuro incierto...
Sin sospechar nada, como el último de los ammonites permanece aquí retirado de la vida cotidiana, acompañado de lo que más le gusta: sus animales, sus juguetes, sus comic, sus libros y las estrellas del muy, pero que muy viejo Hollywood.

No da tiempo a aburrirse...
Por regla general la tv le aburre, no lee prensa e internet últimamente le da pereza.

Exceptuando el concurso “Saber y Ganar” y la serie “The Big Bang Theory”, no ve la televisión. Y solo la enciende para ver sus películas clásicas y para ello debe quitar el polvo acumulado sobre la pantalla para apreciar que desde hace mucho tiempo, tiene un aparato en color. Eso también le da absolutamente lo mismo pues sigue viendo películas en blanco y negro.

Mr. Voohees for president
Un día cualquiera para él es: verse un par de películas de Tarzán de los primeros años 30, acompañado de un buen vino y unos cigarrillos. Como colofón escuchar su música favorita en la más absoluta penumbra y de cuando en cuando contestar amablemente las llamadas telefónicas de sus amigos.

Johnny Weissmuller con Maureen O'Sullivan en Tarzan and His Mate (1934)
Su gran amiga Carmen Munsters le compara un poco como: “El Consultorio de Elena Francis”, ese programa radiofónico donde se contestaba a las dudas, consultas y confidencias de los radioyentes.

King Kong en la Isla Calavera
Como dice la canción de Alaska y Dinarama: “La ciencia avanza pero yo no”. Su mundo, una especie de Isla Calavera, residencia habitual del carismático King Kong o el Museo de Cera de su admirado Vincent Price, se extingue.

No siente la necesidad de interactuar con gente que no le es nada afín, ni de dar explicaciones, es el ideal de todo aquel al que le gusta una vida sedentaria y solitaria. Como diría Kipling es: el gato que va solo y todos los lugares le dan lo mismo…

El gato que va solo o en compañía de Frankeenwenie
Los psicólogos le calificarían de ser nostálgico, pero él no siente la necesidad de anhelar un momento pasado, simplemente se da cuenta de que sus intereses van contracorriente cual salmón.

A contracorriente
Recibe noticias de vez en cuando de la Srta. Venenossa desde tierras remotas. Gracias a una precaria tecnología se hace eco de su inquietud: ¿sales más allá de los límites de Crystal Lake?

Comunicaciones espaciales!!!
Como una de sus habilidades es la de ser prudente (por fortuna no ha ido por ahí descabezando a todos sin ton ni son) y además es muy disciplinado: SALE!!

Sospecha que, como los animales cuando presienten que se avecina tormenta, los pocos seres afines que le conocen deben de barruntar el próximo regreso de Escolopendra (unos crían fama y otros cardan la lana), el teléfono no ha parado de sonar estos últimos días por lo que la “agenda” la tiene bastante animada.

El teléfono silencioso. A veces...
También se entera por la Srta. Munsters, que Escolopendra le dejo indicaciones para que le aireara de cuando en cuando. De todas formas cuando se trata de la Srta. Munsters tampoco es que haga falta insistirle mucho ya que ambos comparten los mismos gustos y sienten el mismo interés por lo que a otros les parecen simples bobadas.

Te echo de menos...
Como el yin y yang, la dualidad en todo es una constante en su universo.
¡¡Ya está deseando que llegue su mejor amiga!!

“Vimos pasar el cometa, tumbados sobre la arena…”

Venenosos salu2 desde Crystal Lake!!