sábado, 18 de abril de 2020

¡NO ME TOQUES!


Sobar
De or. inc.
1. tr. Tocar repetidamente algo pasando la mano.
2. tr. Manosear a alguien.
3. tr. Molestar, fastidiar con trato impertinente.

“Todos tenemos ideas muy claras sobre lo que es normal. Atengámonos a esas ideas y dejemos a la psiquiatría mantener sus definiciones del hombre moderno fuera de nuestro vocabulario.” Marlene Dietrich

Cualquiera que me conozca un poco sabe que no me gusta mucho que me toquen y menos que me abracen. Me gusta guardar las distancias y me agobia que invadan mi espacio vital. En ocasiones suelo explotarlo para evitar situaciones que me desagradan. ¡Quién evita la ocasión evita el peligro!

El tocar se va a acabar...

Un día viajando en el metro, un niño que iba con su madre se acercó a mi lado muy emocionado. El niño no me molestó en absoluto, cosa rara, ya que suelo evitar los vagones donde encuentre alguno. La verdad es que me caía simpático y me intrigaba el lugar al que se dirigía. Lo que me sorprendió no fue mi buena disposición a que el niño me rozase, sino la reacción de su madre. De la manera más educada y amable posible le dijo: ¡ten cuidado estas invadiendo el espacio de esta persona!

Lo normal es que la gente te invada, te roce, te toque, abrace, etc., pero yo no soy muy amigo del contacto físico. En alguna ocasión, para evitar malos entendidos y que la persona que viene hacía mí no se sienta mal: ¡soy el que da el primer paso!

No sé cuando empezó mi “fobia” a que me tocasen, pero con el tiempo y autodisciplina he ido aprendido (en ciertos casos) a superarlo. Si me pongo a pensar en su origen me vienen a la cabeza flashback recurrentes que me dan la pista de por dónde van los tiros. ¡Nada como dedicar tiempo a autoanalizarse!

Helen Parrish avisa a Deanna Durbin que la próxima
vez que la toque se llevará una hostia.

El recuerdo que tengo más vivo fue cuando tenía aproximadamente unos 9 años. Estando en el colegio fuimos de excursión a Rascafría. Al bajar del autobús tuvimos que cruzar un pequeño puente (o así lo recuerdo) y a la mitad del mismo nos cruzamos con una excursión de adultos con discapacidad. En un momento dado empezaron a tocarnos el pelo, agarrarnos la ropa e incluso a una compañera le quitaron el helado. Todo fue cuestión de minutos pero me parecieron una eternidad. Todo acabó cuando aparecieron unas religiosas y pusieron orden. La situación me dio miedo y también sentí pena por ellos. Eran otros tiempos…

Si me pongo a pensar en mi infancia podría decir que la cosa viene de lejos.

Marnie agobiada por el lapabrazo de su galán.

He contado más de una vez que no me gusta el deporte, pero no sé si también tendrá un poco que ver con todo esto. Algo que no he contado nunca es que si no me gustaba el judo, no era por no hacer deporte sino porque había contacto físico y en el judo esto es inevitable. Lo que más recuerdo es verme colocarme el judogi cada dos por tres. Creo que me incomodaba tener el cuerpo expuesto y notar manos ajenas rozándome la piel. Lo deduzco, porque en ese tiempo era bien pequeño.

De niño, en las pocas ocasiones en las que he asistido a misa, temía el momento de: “darse la paz”. Solo pensaba en evitarlo a toda cosa. Dar la mano a un desconocido me producía cierta cosilla… Luego al observar que “darse la paz” no significaba nada para nadie, me dio el motivo suficiente para no volver a hacerlo. Ese momento para mí, al que se añade (desde mi punto de vista) una sonrisilla siniestra es cuando menos: ¡espeluznante!

Podéis daros la paz: ¡momento terrorífico!

De todas formas el que no me guste que me toquen no solo me pasa con desconocidos. También me ha pasado con familiares, amigos y conocidos en mayor o menor grado.

Cuando íbamos a visitar a mi abuela paterna, a veces se juntaban varias de sus hermanas y nos tocaba hacer el “paseíllo”. ¡Los pellizcos en los mofletes ni contarlo! También me pasaba con mis abuelos maternos. Tanto con ellos como con las visitas, aunque estas fuesen de familiares que me gustasen. Hubiese preferido hacer un saludo general y punto, pero como era y soy disciplinado pasaba el trago y luego me comportaba con total normalidad. Según me han contado yo era bastante cariñoso. ¡Ver para creer!

Lo de ser un "mono" de feria no casa conmigo.

Como siempre he llevado mal el tener que hacer el “paseíllo”, no me gusta que si visito una casa donde hay niños les “obliguen” a saludarme. Aviso antes a los padres que dejen al crío que decida por sí mismo. No aguanto a esos padres que se empeñan en que me saluden aunque él no quiera. Me dicen que es por educación. Les entiendo pero no lo comparto. Otra cosa es que la visita se convierta en un infierno porque el niño parezca que esté poseído.

No, no estoy poseído. ¡Es que me quiero lavar las manos!

Algo que no consigo superar del todo es viajar en transporte público. Depende también de mi IEV (Índice de explosividad volcánica). El peor sin discusión es el metro. He llegado a hacer recorridos más largos en otros medios por evitarlo. Me olvido de mi mano a la hora de sujetarme en la escurridiza barra del vagón y si me roza alguien: ¡me da un patatús! Si te despistas y te acercas la mano a la cara, algunas veces huele como a Doritos… Esto va unido a otra cosa que me da asquito, que es ver comer a la gente en el vagón. Pienso que comer es un acto bastante personal y solo debe hacerse con personas de total confianza. Cuando salgo a comer fuera de casa tengo mis manías a la hora elegir mesa y de sentarme en ella.

Marnie Edgar: No me quieres. ¡Solo soy algo que has atrapado! ¡Crees que soy una especie de animal que has atrapado!
Mark Rutland: Así es, lo eres. Y he atrapado algo realmente salvaje esta vez, ¿verdad? Te he rastreado y atrapado, y por Dios que te no te voy a soltar.
“Marnie” (Universal, 1964)

Tocar cosas que otros han tocado antes me da repelús y si encima les pongo caras peor. Cuando pedaleaba hacía la nada más infinita en mis clases de spinning, tenía que elegir muy bien la bici en la que me sentaba. Imagino que suponéis que la mitad de las veces estaban sudorosas… Ya ver las gotitas o charquito de sudor en el suelo ni te cuento. ¡Lo dejo que vomito!

Sólo para tus ojos: ¡mirar pero no tocar!

Tocar y no ser tocado: ¡this is the question!

Si me hubiese dedicado al mundo del circo hubiera destacado como contorsionista. Es tener que ir a un wc público y hacer “malabarismos” para poder entrar y para poder salir. Cuando quedo para tomar algo, siempre me pongo pejigueras eligiendo locales. Prefiero que estén semi-vacios o vacios del todo. Eso me da cierta confianza para, si tengo que usar el wc no me estrese en exceso. De todas formas nunca bajo la guardia. En el caso de no darme mucha confianza siempre va alguien a reconocer el terreno por mí. Normalmente Escolopendra Venenossa o Carmen Munster.

¿Estará el wc en condiciones? ¡Va a ser que no!

Soy experto en utilizar el codo para abrir puertas o utilizar el meñique para abrirlas desde la parte superior de la misma. Si la puerta se abre cuando llego, me escurro hábilmente antes de que se cierre. Al lavarme las manos no me queda más remedio que usarlas para abrir el grifo del lavabo, pero lo cierro con el codo si se puede y si no, me envuelvo las manos con papel. Para secármelas empleo mi propia ropa. Para salir utilizo el pie y el codo si no tienen picaporte, en caso contrario llevo las manos envueltas en papel como si de guantes de boxeo se tratasen. Cuando estoy en mi sitio me doy con jabón líquido, que es algo que me acompaña prácticamente toda mi vida adulta.

A veces no me extraña que piensen que soy un "bicho raro" porque más de una vez me han pillado in fraganti en el proceso.

La puerta de un wc público es el peor lugar al que alguien escrupuloso como yo se debe enfrentar, pero también es mi modus operandi con cualquier puerta que me dé grima.

¡Si no te gusta que invadan tu espacio vital
King Kong es tu héroe!

De todas formas si tuviese que evitar tocar cosas tendría que encerrarme en casa y tirar la llave. Creo que tengo una parcela de mi cerebro dedicada exclusivamente a omitir ciertos pensamientos. Me imagino a unas cuantas neuronas con las caras de los personajes de la serie “Erase una vez… la vida” haciendo guardia para eliminar cualquier idea desagradable antes de que nazca.

¡Nunca he sido escrupuloso con los animales!

Relacionado con todo esto está mi manía a evitar entrar en un lugar, sea el que sea, donde estén reunidas un cierto número de personas. En general no tengo cuantificado el total que tolero alrededor, pero el ideal es que sean menos de diez. Así que, no soy amante de las bodas, bautizos y funerales. Además en estos eventos donde hay mucha gente, los baños suelen estar muy concurridos…

Esto me recuerda, y lo sabe muy bien Escolopendra Venenossa, que no visito los baños de carretera, aeropuertos ni nada parecido.

¿Cómo me las apaño cuando voy a un gran almacén con lo que me gustan las compras? Enfoco mi atención en mi objetivo e intento evadirme de lo que me rodea. Entro y salgo rápidamente sin entretenerme. En cualquier caso y situación: ¡no pensar!

Freeman Lowell no se lo pensó mucho
para dejar el espacio "limpio" de Homo sapiens.

Como ya habéis visto no llevo bien estar rodeado de gente, incluso tampoco lo llevaba bien cuando estudiaba o trabajaba.

Aunque cueste creérselo soy bastante tímido y me ruborizo (o lo hacía) con bastante facilidad. No me gusta hablar delante de muchas personas. Es verdad que si pongo la directa no tengo freno, pero solo cuando tengo confianza. Sin saberlo el padre de mi amiga Mª Jesús me ayudó a ser más abierto y a enfrentarme a posteriori a grupos de personas. Él siempre que me veía me gastaba alguna broma que hacía que en seguida me pusiese colorado. Un día decidí ser el primero en gastar la broma y llevar la conversación. ¡La mejor defensa es un buen ataque!

Una abrazo a traición pilló desprevenida a Beverly...

Cuando estudiaba en Artes y Oficios recuerdo no hablar con casi nadie en mi primer año y menos con los profesores. Cuando eso cambió un profesor se acercó y me dijo: ¡por fin escucho tu voz! Al año siguiente a este profesor le llegó a sus oídos que yo era muy charlatán y que no paraba. Pensaba que le hablaban de otra persona. Ya conté en otra entrada del blog que otro profesor de la misma escuela le comentó a Escolopendra: ¡cuando le conocí era muy distante!

¡Nunca daría una conferencia ni aunque fuese sobre cine!

De todas formas es inevitable tener contacto con otras personas. Iba a yoga y acudía a la piscina todos los días, pero más de una vez he abandonado mi clase de yoga porque cuando llegaba tarde, si había más personas de las que podía aguantar salía de allí como alma que lleva el diablo. También he abandonado la piscina con el gorro y el bañador puesto si estaba llena. Si llego el primero y cojo sitio ya me da igual que el número supere lo aceptable. Eso sí, intento salir el último para no tener que confraternizar.

Enrique Claudin solo imparte clases particulares...

Si o si, cuando estoy rodeado de personas siempre me coloco al fondo o en una esquina. Evito tener a nadie cerca. Esto es contraproducente cuando vas a clase o una conferencia, sobre todo si eres corto de vista o el orador de turno tiene un volumen de voz escaso, pero hago uso de mi ingenio y me apaño. Si soy sincero, cuando estudiaba, si la materia no me interesaba en lo más mínimo me ponía a pensar en mis cosas. En mi época de estudiante (obligado) acumulé: ¡muchos insuficientes!

En mis días de spinning, en pleno verano con el sol en su máximo esplendor, me colocaba al lado de las cristaleras. Si entrabas en la clase te encontrabas un lado abarrotado y en el otro a mí. Llevo fatal el sol y el calor pero: ¡prefería achicharrarme!

¡Nunca me ha importado estar solo!

Como decía Kipling: “(…) vuelve de cuando en cuando a ser el gato que va solo y todos los lugares le dan lo mismo.”

Tener una vida solitaria no me ha impedido tener amigos. Lo bueno es que puedo dedicarme en exclusiva a unas pocas personas, conocerlos bastante bien y tener una amistad a prueba de bombas. Tampoco me ha impedido hacer cosas, aunque siempre he preferido hacer cualquier actividad solo que en grupo.

Cuando asistí a las clases de terapeuta de Flores de Bach, aprendí mucho más sobre mí (y los demás) que si hubiese ido a ver a un psicólogo, siempre y cuando hubiera considerado que tenía un problema.

¡Marnie prefiere rozarse con un potro antes que con un mozo!

El aula donde se realizaba esta terapia floral solo tenía una fila de asientos y me colocaba en un extremo. Hablaba poco y me mantenía distante observándolo todo. En la misma habría una docena de personas o más y todas eran bastante extrovertidas. Cosa con la que no comulgo. La profesora que las impartía, con una larga trayectoria y experiencia, me caló en seguida. Cuando empezó el tema de las flores tipo (son las que definen una característica personal, en vez de un estado de ánimo), indicó a la clase que en la misma había un clarísimo Violeta de Agua. ¿Sabéis quien era?

Ya con la cara de mi color habitual y una vez se había desvelado el “misterio” del único chico de la clase, deje de comer solo y empezaron a dirigirme la palabra. No me hablaban porque fuesen unos bordes, sino porque: ¡me tenían miedo!

El último día de curso, la profesora me presentó a su hermana que vino ese día a vernos o a conocerme, no se… Mantuve una larga y enriquecedora conversación con ella. Se despidió diciéndome que estaba encantada de haber conocido un típico Violeta de Agua...

Las Flores de Bach abrieron una puerta
a un mundo nuevo.....

Comparto tanto características buenas como malas con el tipo Violeta de Agua, pero lo principal es: que no busco el contacto físico con los demás y la soledad es mi bien más preciado. Para el tipo Violeta de Agua es algo así como: “que no me molesten ni me invadan”. También se relaciona mejor con los animales que con las personas. Con los animales no soy escrupuloso. Sea el animal que sea.

Hablando de animales… Soy un poco como los gatos. Si dejo que me achuchen llega un punto en el que me vuelvo arisco.

Un fin de curso escolar estuvimos durante una semana en una Granja Escuela. Prácticamente todos los días estaba metido en la cuadra con los animales faltando al resto de actividades. Esto desde luego no gustó mucho a los profesores. Aunque me mandaban a buscar, en cuanto podía me escabullía. Al final me dieron por imposible. ¡Cuando volví a casa olía a cabra!

De niño no sabia que se podía dar más de un uso
a un apero de labranza...

En esa granja “sobreviví” a ciertas experiencias (incluido juego alrededor de una fogata) que podrían haberme convertido en un: verdadero Jason Voorhees…

En mi opinión creo que se da demasiada importancia al contacto físico entre los Homo sapiens y por añadidura a la empatía. Otro rasgo que no casa con Violeta de Agua. Si te sales de lo que se considera “normal” te conviertes en una especie de Sheldon Cooper, que está muy bien para echarse unas risas viéndolo en la tele, pero que no suele ganarse muchas simpatías en la vida real.

¡Nadie como la Garbo para entender de lo que hablo!

“Nunca dije: “Quiero estar sola”.
Sólo dije: “Quiero que me dejen en paz”.
Hay toda una diferencia.”
Greta Garbo

Venenosos Salu2 desde Crystal Lake!
Todas las fotos archivo del autor.

"Todos tenemos que llevar nuestras propias vidas al final, ya sabes."
Catherine Deneuve como Carol en "Repulsión" (Compton Films, 1965)