lunes, 29 de enero de 2018

UN ROSTRO DE MUJER

¿Se podría decir algo nuevo sobre Joan Crawford? Posiblemente sí, si se dejara de perpetuar su imagen supuestamente menos agradable. No hay texto sobre ella en el que no se hable de su mal carácter y las cosas que le hizo a su hija. Esa hija, por cierto, con cara de orco, a la que se le ha dado tanto crédito. Un gran defecto del ser humano es magnificar los aspectos negativos de una persona y minimizar los positivos. ¡Nos gusta tanto juzgar!

Intenté enfrentarme a los desafíos de frente,
y tuve la suerte de aprender a superar los miedos:
simplemente saltando.

¿Nunca os ha pasado? Desde luego que a mí sí. Tengo muy mal carácter, lo sé, y la mayoría de las veces solo se me recuerda por eso. ¡Menos mal que suelen hacerlo con humor!

Mi querido amigo Bill Haines me describe como
un ser humano multifacético.
Lo único que lamento es que debido a los papeles que he interpretado en películas y en la televisión,
la gente nunca espera que tenga sentido del humor.
Me gustaría decir: "¡Mira, también puedo ser divertida!"

Quiero que la Joan Crawford de este año sea solo un bloque de construcción
para la Joan Crawford del próximo año.

Cuando trabajaba, siempre se me reprendía por alguna cosa que había hecho mal y nunca, cuando (la mayoría de las veces) lo hacía bien, se me elogiaba por ello. Creo que a la gente le gusta recordar lo malo de los demás, pero muchos deberían tener presente el refrán: vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro.

La gente siempre me pregunta si hay algo que lamento,
o cambiaría. ¡La respuesta es no! Nada.
Si no hubiese tenido dolor, no sería yo.

Hay personas que critican de manera destructiva, solamente con el propósito de hacer daño. Ese sería el caso de Christina Crawford, Bette Davis y muchos biógrafos de Joan. Imagino que será cuestión de su autoestima. La envidia, la venganza y el rencor, son algunos de los peores defectos que el ser humano pueda tener.

¡Sentía que había nacido para ser actriz y había trabajado tanto para lograr lo que tenía! Tuve el sabor del éxito, y fue muy apetecible. Simplemente no podía dejarlo.
Nunca he cambiado. Incluso ahora, no puedo esperar a que llegue el siguiente buen guión. 

Sé quién soy, qué quiero hacer
y hacía dónde quiero ir.

No sé si soy demasiado (para algunas cosas) ingenuo, pero siempre me he fijado en los aspectos positivos de la gente y no he dado crédito a los negativos, sobre todo si vienen de terceras personas. Si tengo que descubrirlos, prefiero hacerlo por mis propios medios. Esto no quiere decir que esté libre de no haber tirado alguna piedra.

Como Sadie Thompson, la prostituta
que se redime en Rain.

Normalmente tengo buen instinto para detectar personas poco fiables. Por supuesto, con personas con las que me pueda relacionar. He de decir que a veces también me dan gato por liebre. En cuanto a Joan Crawford no la conocí, desde luego, y tampoco poseo facultades paranormales para comunicarme con ella, pero ahora que estoy en el ecuador de su libro My way of life (1971), haciendo uso del título del mismo, tengo mi propio punto de vista. Creo que era una persona como cualquiera, con sus cosas buenas y malas.

Durante diez años estuve sola, ocupé los días con trabajo, los niños y con algunos buenos amigos. Y me hice amiga de mí misma. Para tenerte como amigo tienes que aprender a gustarte, lo que generalmente significa superar algunos hábitos. 

Sigo creyendo que deberíamos volver a las películas románticas.
El mundo está tan enfadado. No soy cenicienta,
pero caramba, está tan enfadado el mundo...

Por cierto su libro es una lectura muy interesante y amena, un poco obsoleto para la época, también es verdad, puesto que lo escribió en pleno movimiento hippie. Además con el añadido de que relata básicamente su vida en los años 50 y los consejos que transmite sólo podrían ser aplicables a mujeres de dicha década. Por lo que llevo leído, parece que una de sus etapas más felices fue la que pasó con su cuarto marido Alfred Steele, presidente de Pepsi-Cola, con el que se casó en 1956 y del que enviudó en 1959. Esto me hace pensar que este suceso la debió dejar tan afectada, que el tiempo se detuvo en los 50 para el resto de su vida.

He tenido la suerte de casarme con hombres bien educados,
cultos, amantes de la buena literatura,
la buena música y todas las bellas artes.

Ninguna mujer adulta debería lucir como
si se vistiese en un armario oscuro.

De momento en el libro, todavía no ha criticado a nadie y pienso que ni llegaré a leer eso. Lo que sí hace es reconocer sus defectos físicos (sus hombros y caderas, por ejemplo) y de su carácter: su ambición, la intolerancia, el no respetarse a sí misma. Habla de su mal gusto para la decoración en sus primeros tiempos y en su pesar por no tener una educación formal. Para mí, esto dice mucho de su ego de diva. En general me transmite positivismo, cierta candidez e incluso según voy devorando las páginas (como puedo, mi inglés es bastante pobre) me enternece. La primera parte del mismo, parece una especie de libro de autoayuda y los logros que ha ido consiguiendo con los años de tanto autoanalizarse y como ha ido haciendo para mejorar, hasta convertirse en una mejor persona.

Si tengo una sola cosa a mi favor,
no es que sea Joan Crawford con un buen trabajo y una cuenta bancaria,
si no el hecho de que nací trabajando.

Pensareis que soy tan crédulo que me lo creo y me diréis que no es más que una fachada. Posiblemente, como he dicho en otras ocasiones, cada uno tiene su apreciación de las cosas. Además, lo último que espero leer de una estrella de cine son sus miserias, escritas por sus hijos, por ellas u otros.

Cuando uno vive con amargura siempre se muestra en la cara,
y es patético.

A raíz de la serie Feud: Bette and Joan (2017), basada en su relación con Bette Davis, han aparecido artículos en prensa escrita y digital, se han escrito y reeditado libros... Y las dos actrices se han puesto más que nunca de actualidad. Los que me conocéis ya sabéis lo que opino sobre esto…

En lo fundamental soy la misma persona que era con catorce años cuando conseguí mi primer trabajo en Broadway, o hice mis primeras películas de jazz, o gané mi Oscar por mi papel en Mildred Pierce. Sé que tengo el mismo entusiasmo, la misma enorme curiosidad y el mismo optimismo. 

En Mujeres, Norma Shearer me hizo cambiar de vestido dieciséis veces
porque cada uno era más bonito que el suyo.
Me encanta interpretar perras y ella me ayudó con eso.

Leí todo lo que encontraba hasta que me cansé. No puedo decir que me aportaran nada nuevo e interesante. Además todos haciendo hincapié en lo “malísima” que era Joan, lo mal que trató a su hija y sus tira y afloja con la Davis. No eran más que calcos unos de otros. Leído uno leídos todos. ¡La prensa digital es lo que tiene, viva el recorta y pega! Esto dice mucho de la falta de creatividad del medio. Por lo que se ve nadie está dispuesto a exprimirse el cerebro elaborando algo más personal.

Creo que mi estilo de maquillaje cambió cuando hice Gran Hotel.
Me gustó tanto que lo conservé.

En cuanto a Crawford y su hija… Ella misma nos cuenta como organizaba sus armarios, como colocaba su ropa envuelta en papel de seda, después cubierta con bolsas de plástico y colgadas sobre perchas de madera forradas (indica el daño que una percha puede hacer a tu ropa si no es así) y después distribuía zapatos y sombreros según el color del conjunto. Todo por supuesto era etiquetado. A Joan le molestaba guardar la ropa una vez usada. La ropa se lleva al tinte y listo, por lo menos ella que podía. A su hija que en aquella época sería una adolescente rebelde, esas cosas de su madre le darían lo mismo. ¿Se encontraría la ropa de Christina tirada por el suelo? Joan que apreciaba su ropa tanto como para considerarla un “buen amigo”, seguramente perdería la paciencia. Y llevarse una bofetada a su debido tiempo ahora se considera maltrato. ¡No creo que sea tan difícil meter la ropa usada en el cesto de la ropa sucia! La entiendo perfectamente, siendo como soy perfeccionista, disciplinado y de mal carácter, pierdo los estribos fácilmente cuando las cosas no salen como yo espero.

Me organizo hasta el segundo porque soy codiciosa.
Codiciosa de llenar cada minuto de mis días con todas las cosas que quiero lograr. 

No me tomo en serio, pero tomo mi trabajo en serio.

En cuanto al libro, que esperé con anhelo en cuanto supe de su publicación, puedo decir que no estuvo mal. Además podía leerlo en castellano y olvidarme de quebraderos de cabeza, diccionarios y de dar la lata a Escolopendra Venenossa que como domina el inglés, me ayuda pacientemente con los libros que tengo en ese idioma. Pero, tampoco me descubrió nada que no supiera. Eso sí, la edición cuenta con unas fotos magníficas.

No creo que la educación deba detenerse nunca,
ni para un hombre ni para una mujer.
Cuando el aprendizaje se detiene, la vegetación se instala.

En el libro se da a entender entre otras cosas, que a Crawford, esa falta de educación formal la hacía sentirse inferior y que cuando se encontró cara a cara con Bette Davis la envidiaba por eso, ya que Davis sí la tenía, aunque su actitud dijera lo contrario. También que Joan deseaba por encima de todo no solo parecer una dama bien educada, culta y refinada, si no serlo. Recalcan que no lo consiguió nunca (¡…seguro que estaban allí para saberlo!) y que la mayor parte de su vida se la pasó fingiendo. O por lo menos así lo entendí yo (igual debería leérmelo de nuevo). ¡No quiero ni pensar en el esfuerzo que supone aparentar ser lo que no eres las veinticuatro horas del día!

Junto con Garbo, Dietrich, Bankhead, Roz Russell y Shearer interpreté lánguidas femmes fatales. Teníamos ojos grandes y bien definidos, mejillas hundidas y bocas generosas.
Éramos tentadoras.
Esto, por supuesto, fue en nuestras películas.
En nuestras vidas privadas éramos bastante diferentes.

No es que trabaje duro. Las exigencias que me impongo son irreales.
Espero la perfección. Lo entiendo, en raros momentos,
pero son muy poco frecuentes.

La Joan que se crió en la trastienda de una lavandería no debería haber aspirado a ser alguien mejor más allá de ser una estrella de cine. Debería haber dejado de tener la curiosidad por aprender (algo que ella misma cita en su libro), porque a pesar de todas las deslumbrantes luces y los aplausos, el maquillaje y los fantásticos vestidos, sus modales y su comportamiento, su timbre de voz… para algunos no dejará de ser la hija de una modesta familia. ¡A eso lo llamo yo ser clasista!

Ese viejo dicho, "cuando tienes dudas, no lo hagas",
nunca es tan cierto como cuando se trata de ropa o casarse.

Con tal razonamiento, yo que provengo de una familia modesta y tampoco tengo estudios universitarios, no debería ni ser educado ni saber comportarme. He conocido a algunas personas que presumían mucho de su educación y no han sido precisamente los que tenían mejores modales. Normalmente eran bastante maleducados.

Yo fui una flapper en la época de las flappers.
Me convertí en una dama sofisticada en la era de la sofisticación. (Aunque ciertamente confío en que si esos tiempos volvieran, no intentaría parecer una flapper a la edad de cuarenta años, ¡más de lo que quiero parecer una hippie ahora!)
 
La mujer inteligente se adapta a la moda,
pero nunca se pasa de moda.
Recuerdo más o menos una conversación de un grupo de personas entre las que me encontraba que se desarrollaba así: hablaban de arte, cine, tal o cual viaje al extranjero, de sus entrenadores personales, de sus clases de esquí, de sus respectivas carreras… Estaban más interesados en alardear que en escucharse unos a otros. En cierto punto repararon en mí que permanecía callado. Prefería estarlo, no porque no tuviese nada que decir, muy al contrario, podría haberles dicho que sus vidas no me interesaban en lo más mínimo de tan huecas que las veía, también lo podría a ver dicho de otra forma… pero como soy educado y se comportarme (cosa que no tiene nada que ver con tu origen) no dije nada. Me integré en la conversación (dentro de mis posibilidades, más que nada porque me aburrían soberanamente) que fluía plácidamente. Incluso me sentí culpable de pensar mal de ellos, pero no, como he dicho tengo buen criterio, y en cuanto se enteraron de dónde vivía (un barrio de la zona sur), poco a poco fueron desapareciendo, hasta que el último con cara de circunstancia me dejó solo.

El director, Michael Curtiz, tenía la reputación de ser "muy difícil". No tardé mucho en descubrirlo.
Me echó un vistazo y gruñó: "¡Tú y tus malditas hombreras!".
Se acercó con furia y rasgó mí vestido desde el cuello hasta el dobladillo. Luego miró asombrado.
Los hombros todavía estaban allí. Eran reales. Estallé en lágrimas
y él salió del set totalmente avergonzado.
Nos llevamos bastante bien después de eso.

Durante los años más felices de mi vida,
el centro de mi vida fue mi esposo Alfred.

Seas quién seas, un abogado, un doctor, un barrendero, un pescadero, un catedrático o un artista, la educación y la forma de comportarse no la trae un título bajo el brazo (¿arrogancia?), la educación es algo que aprendes de tu familia o si tienes inquietud adquieres con el tiempo. Pobre Joan… Los biógrafos por ejemplo de Gloria Swanson, señalan que ella misma decía que leía cuanto libro caía en sus manos porque su educación era menos que nada, pero nadie la ha puesto nunca en evidencia por eso.

El matrimonio, como todo lo demás, es una experiencia de aprendizaje,
y trato de aprender algo de todo lo que suceda, incluso si duele muchísimo.

Joan era consciente de sus carencias y defectos. Reconoce que su ambición por alcanzar el éxito perjudicó sus dos primeros matrimonios. Su carrera era lo primero. De ellos comenta entre otras cosas que Douglas Fairbanks, Jr.: “me enseñó muchas cosas intangibles. Ser más tolerante, respetarme a mí misma.” Y que leía cuanto libro le recomendaba. Con Franchot Tone aprendió a entenderlos. Menciona que llevaba un diccionario para entender las palabras que leía o escuchaba y desconocía. Si estaba en el set de algún rodaje, aunque no tuviera ninguna escena, ella estaba allí la primera para seguir estudiando su guión y ensayar la entonación. Incluso iba al plató en fin de semana para hacerlo, de tan perfeccionista que era. No creo que sea delito tener afán de superación.

Amo a la gente. Me han preguntado si alguna vez voy disfrazada. ¡Nunca! Creo que disfrazarse es cursi. Si has ganado una posición, siéntete orgulloso por ello. No lo ocultes. Quiero ser reconocida. Cuando escucho a la gente decir: "¡Ahí está Joan Crawford!" Me doy la vuelta y digo: "Hola, ¿cómo estás?".

Hollywood me dio una carrera maravillosa.

La comunicación no verbal dice mucho de una persona. He analizado a Joan Crawford en todo vídeo que he podido ver: comerciales, entrevistas, concursos, apariciones en premieres… sus movimientos, expresiones y esos ojos que muchas veces son el espejo del alma.

Yo vivo mi vida.

Venenosos salu2 desde Crystal Lake!
Todas las fotos colección del autor.
Las citas pertenecen al libro My Way of Life de Joan Crawford, publicado en 1971.

Dedicada a María Escolopendra Venenossa, que me sugiere con sutileza, que empatizo con Miss Crawford porque me veo un poco reflejado en ella.

lunes, 22 de enero de 2018

SALISTE DE UN SUEÑO

“No creo en otra vida después de la muerte. Las cenizas son cenizas. El polvo es polvo.
(Ya tengo bastante problema con él en la limpieza de la casa)”.

Un 19 de enero de hace 18 años nos dejó Hedy Lamarr, conocida por unos pocos por ser la Dalila del cine y recientemente por muchos por su faceta de inventora.

"La chica más bella de toda Europa".
(Max Reinhardt)

No voy a contar aquí lo que todo el mundo, gracias a Google, ya sabe: que inventó una versión temprana del salto en frecuencia. Como siempre las masas solo muestran interés en algo o alguien cuando bombardean con ello en internet y las redes sociales. Cómo es lógico y me ha sucedido en otras ocasiones, no solamente con estrellas de cine, esto me irrita, porque ahora todo el mundo, el que más o el que menos se siente experto. En el caso de Hedy Lamarr sobre todo, cuando uno hace ya muchos años, sabía perfectamente quién era y qué había hecho.

-Ya hemos buscado un nombre. Ahora quiero que se siente y que me escuche- me dijo el señor Mayer.
Esperó un momento y después me dijo lentamente:
-Hedy Lamarr. ¿Qué le parece?
-Me encogí de hombros.

"Yo era elegante ya a los 16 años,
antes de convertirme en actriz".

Si la mismísima Lana Turner en su autobiografía, Lana: The Lady, the Legend, the Truth publicada en 1982, confesaba que cuando vio a Hedy Lamarr en el night club Ciro´s, fue -una visión que nunca olvidaré- gracias a que -su rostro era magnifico-, hasta el punto de no recordar el color de la ropa que lucía la actriz, qué no podría hacer ese rostro a los simples mortales.

Me inclino ante Lana Turner. De diosa a diosa, ella sabía que contra Hedy Lamarr era difícil competir.

“El mundo se me presentaba muy bien en 1940.
Algiers y Boom Town convencieron hasta a mis enemigos de que ya se debía contar con una nueva estrella.
Mi salario subió a la estratosfera. Los periodistas se ocupaban de mi vida sentimental. Supongo que causaría envidia a los lectores. ¿Era realmente feliz? Por supuesto que no”.

Junto a Lana Turner en Ziegfeld Girl (1941).

Si bien a Lana la dejó prácticamente ensimismada, no fue mi caso en un principio. En casa como éramos muy aficionados al cine, no había película que no dejásemos de ver. Y como siempre, en época de festividades religiosas programaban en la televisión entre otras Sansón y Dalila (Paramount, 1949), del director Cecil B. DeMille, conocido por sus espectaculares películas.

Junto a Robert Taylor en La dama de los trópicos (1939).

Nadie puede negar que no ha visto alguna vez una película de DeMille: Los diez mandamientos (1956); El mayor espectáculo del mundo (1952); Los inconquistables (1947); Piratas del mar Caribe (1942) o Policía montada del Canadá (1940) y un largo etcétera, pero éstas son las que más recuerdo de mi infancia. Como aliciente añadido al espectáculo, aparecía en las tres últimas Paulette Goddard.

Junto a Clark Gable en Camarada X (1940).

De niño, cuando ponían Sansón y Dalila, seguramente estaría más impresionado por el espectáculo. Las escenas con animales y las de pánico, cuando Sansón derriba el templo, me apasionarían. Ya de adolescente, volvería a verla con más o menos ganas, por ver a Angela Lansbury. Estaba enganchado a su serie Se ha escrito un crimen que empezó a emitirse en 1984.

-Victor trabaja siempre como si la cámara debiera enfocar solo su rostro y mi espalda y usted no está filmando desde el otro lado.
-¿Cree que en América habrá muchos hombres que van a preferir mirarle a la cara a Victor Mature y no las nalgas a usted?
(Hedy Lamarr y Cecil B. DeMille)

"Se nace o no se nace con la confianza en uno mismo".

Tanto de niño como de adolescente, como conté cuando dediqué su entrada a Claudette Colbert, recuerdo decir a mi padre:
-¡Puf, Hedy Lamarr y el Mature!

"La falta de satisfacción con un lugar determinado
forma parte de la personalidad humana".

He de reconocer que Victor Mature me parecía un pésimo actor y era lo que menos soportaba de la película. Eso y que prefiriese a la Lansbury, pero con el paso del tiempo es un actor que aunque no se encuentre entre mis favoritos, si es muy de mi gusto. En cuanto a Lamarr, fue un grave error no reparar en un primer momento en ella. Algo que remedié con el tiempo. Como siempre, peco de repetitivo, el impacto que me supuso mi descubrimiento de Marlene Dietrich allá por 1985, barrió con todo lo que se puso por delante. Además en esa época estaba ávido de cine en general. Quería verlo y saberlo todo.

“He observado que la mayoría de las mujeres me tiene hostilidad. Ni siquiera he intentado analizar este fenómeno.
Dicen que soy distante y reservada, que no doy nada. Pero me doy a las mujeres que me gustan. Y nunca pido nada”.

"Ser una estrella significa poseer el mundo
y la gente que lo puebla".

Hace unos meses, visité junto a mi amiga Carmen a nuestro proveedor de fetiches. Él estaba inmerso en el visionado de películas clásicas, ya que estaba preparando un nuevo libro. Entre los muchos dvd que había sobre la mesa, reparé en una película de Hedy Lamarr. Mientras debatíamos como hacemos siempre (el tema es interminable) sobre las estrellas, me sorprendió que comentase que prefería como actriz a Hedy Lamarr antes que a Katharine Hepburn. Como no sabía si había escuchado bien, le pregunté si se refería a ella como estrella, pero insistió en que no, que él personalmente pensaba que era una muy buena actriz casi tanto como la Hepburn.

“Siempre he dicho a mis amantes que no me despierten por la noche si no quieren hacerme el amor.
Os sorprendería saber las pocas veces que me han despertado”.

"En todas partes encuentro hombres que rinden homenaje a mi belleza
y no muestran ningún interés en mí".

¿Miss Lamarr le causaría el mismo efecto que a Lana Turner? No lo sé, cada uno tiene sus gustos, preferencias y puntos de vista. Desde luego que yo aplaudí tanta sinceridad. ¿Quién en estos tiempos de tanto quedar bien preferiría a Lamarrvelous antes que a Kate?

"Lo que más deseaba era una oportunidad para demostrar
que verdaderamente podía actuar, no solo usar trajes elegantes".

Para muchos la “inexpresividad” de Lamarr le restaba puntos a sus interpretaciones. ¿Era su manera de actuar o la indiferencia total que sentía hacía su carrera se transmitía a la pantalla?, ¿tenía limitados registros?. Fuese como fuese, la prefiero a actrices mucho más “dinámicas” que ella.

"Soy como el enano del Barco de los locos:
más observadora que participante".

Por ejemplo, hace poco tiempo volví a ver Damas del teatro (1937) con Katharine Hepburn y comprobé que el dinamismo de Hepburn se ha repetido en cada una de sus interpretaciones posteriores en mayor o menor medida. Es lo que digo siempre, hay actrices incuestionables para la mayoría, entre ellas Hepburn, Garbo, Davis… Hace poco leí un artículo en el que prácticamente daban a entender que Claudette Colbert no era una buena actriz, la “acusaban” de repetirse una y otra vez. ¿Quién de las mencionadas no lo hacía?

“Terminar una película es como apostar a la ruleta.
Hay que esperar hasta que la rueda cese de girar y entonces se puede saber si se ha ganado… o se ha perdido… Y cuánto”.

"Mi gran fallo es la incapacidad
para escoger buenas películas en donde actuar".

Lamarr, pese a su probada inteligencia, no fue muy afortunada escogiendo papeles. Rechazó todos los papeles que convirtieron en estrella a Ingrid Bergman. Se la considera poco más que un maniquí, intercambiable en cada una de sus películas. En ese caso Garbo y Monroe también lo fueron. Igual su físico jugó en su contra. Debemos tener en cuenta muchos otros factores antes de decidir quién es una mala actriz: un mal guión, un mal director, un interés económico por explotar una imagen, como afecta el paso del tiempo a la película… ¿Quién valora y de qué manera a cada intérprete?.

“Me despidieron de unos estudios porque un día me enfermé. Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor y Vivien Leigh se han enfermado muchas veces, pero los estudios las perdonaron.
No importa lo que hagas; vale lo que eres.
Hubo un tiempo en que me podía retirar del rodaje durante una semana y nadie decía nada”.

"El éxito de una película depende de tantos elementos
que ni siquiera una computadora lo podría prever".

El American Film Institute, por ejemplo, en su lista de las 50 mejores actrices del cine clásico en 2005, coloca a Marlene Dietrich en un noveno lugar por encima de Joan Crawford, Barbara Stanwyck, Claudette Colbert o incluso Vivien Leigh. Pero, ¿quién lo ha decidido así?, ¿por qué se ha llegado a esa conclusión?. Aunque me pese, no creo que Dietrich sea mejor que las mencionadas. Cuando una falsedad se repite constantemente se convierte en verdad.

“Hedy está más hermosa que nunca,
aunque un poco fuera de lugar.
Los demás miembros del reparto están más en su sitio
y lo mejor es el decorado". 
(Crítica de Variety sobre La extraña mujer, 1946)

"Me molesta la actitud ingenuamente optimista,
pero todos necesitamos una filosofía que nos ayude a vivir".

Hija única, la austriaca Hedy recibió una educación exquisita. Comenzó cuando contaba 4 años y se la instruyó en diversas materias. Hablaba con fluidez varios idiomas incluidos húngaro, italiano e inglés y recibió clases de ballet y piano.

"El dinero no da garantía de que la película vaya a ser buena".

En su adolescencia, fue enviada a una escuela de buenos modales en Suiza. Durante ese tiempo, practicó senderismo alpino con sus compañeros de clase y conoció a Ritter Franz von Hochestet, hijo de una distinguida familia alemana. Nació un romance entre ellos y se comprometieron. Con el consentimiento de sus padres, se matriculó en la escuela de arte dramático de Max Reinhardt en Berlín. Reinhardt estaba tan impresionado con su belleza que inmediatamente la puso bajo su tutela personal. Ritter le suplicó que se casara con él. Ella se negó y rompió su compromiso, el sensible joven se suicidó. ¿Sería este suceso lo que provocaría en Hedy ese estado permanente de melancolía?. Sea cual fuera el caso, Hedy nos dejó unas cuantas películas donde brilló con su etérea belleza y personal estilo.

“La escalera del éxito en Hollywood suele ser así: agente de prensa, apoderado, director, productor, galán y jefe de estudio:
y se llega a ser estrella si una se acuesta con cada uno y en ese orden. Es crudo, pero es la realidad”.

Como Sandra Kolter en Ziegfeld Girl (1941).

Saliste de un sueño
¡Eres demasiado maravillosa para ser verdad!
Pueden ojos como los tuyos existir,
Pueden labios como los tuyos existir,
Pueden sonrisas como la tuya existir,
Realmente?
Saliste de una nube,
Quiero llevarte lejos de la multitud,
Y tenerte solo para mí,
Un sueño hecho realidad,
Seguro en mi corazón.
(Tony Martin se lo canta en Ziegfeld Girl)

Venenosos salu2 desde Crystal Lake!
Todas las fotos colección del autor.