miércoles, 16 de abril de 2014

PARÍS: CIUDAD DE REINAS Y DE MARÍAS

Ya hablé en mi anterior entrada por mi gusto por el colorín y la comedia romántica, parcela que como habréis visto cubro suficientemente bien con Doris Day. Pero hay otra faceta que también forma parte de mi cultura general, que es el Kitsch o ya hilando fino el Camp.

Para lo no entendidos, resumiré que el Camp, es una estética popular sin gusto por el estilo y basada en la exageración. Dicho esto, no quiere decir que tenga afición por el mal gusto o lo bajuno, como diría mi amiga Carmen Munsters. Solo lo acepto con agrado en el cine de serie B.

María, reina de los dorados.
Una de las máximas representantes de este género es María Montez. Estrella de muy, pero que muy limitado registro, reina del cine escapista de los años 40. Conocida popularmente como: La Reina del Technicolor.

Aunque ya conocía a María Montez por sus películas de temática oriental, siempre desde la visión de Hollywood, como en: “Las mil y una noches” (1942) o “Ali Babá y los cuarenta ladrones” (1944), es una de mis más recientes “adquisiciones”, debido sobre todo a que en parte, me guio por las señales del destino y que en el fondo soy muy sentimental.

María Montez junto a Turhan Bey y Jon Hall en "Sudan" (1945)
Hay muchas cosas que tengo en común con  María Escolopendra, pero entre las pocas que no, se encuentra el que a ella le gusta viajar y a mí me da igual. En estos casos, ella normalmente me deja elegir destino y una vez nos ponemos de acuerdo, se encarga de organizarlo todo.

En el 2010 le sugerí que teníamos que viajar a París, destino este no muy de su agrado, aunque después la sorprendió gratamente. Luego me empeñé en que teníamos que alojarnos en un loft que ella había localizado en internet (craso error por su parte), solo porque dentro del mismo había habilitado un Citroën 2cv como cama. Como también soy mitómano de este automóvil nos alojamos allí, aunque nos costó estar un poco alejados del centro de París y en un barrio no muy recomendable.

La cama de mis sueños.
Una vez en suelo francés le comenté que tenía un par de prioridades y lo demás me era indiferente. La primera era, que quería ir a Versalles y ver los dominios de María Antonieta (una figura que también me tira mucho) y ya que estábamos, no podía dejar pasar la oportunidad de acercarme a ver el lugar donde vivió Marlene Dietrich sus últimos años.

¿Señales del destino? Las piernas de Marlene.
También, si no lo digo se me enfadaría Escolopendra, algo más banal rozando la morbosidad: Visitar el Pont de l´Alma, donde se encuentra el túnel donde falleció Lady Di en 1997.

Mi cupo de reinas ya estaba cubierto. La Reina del glamour Marlene, la Reina histórica por excelencia María Antonieta y la Reina del papel couché Diana de Gales. Lo que ignoraba, es que aparecería una más.

¿Podría un monumento ser más espantoso? 
El tiempo que pasamos en París nos dedicamos a ver todo lo que nos gusta e intentando buscar aquello que nos distinguiese de la mayoría de los visitantes. Intentamos no hacer la típica visita o foto, pero claro, estás en: ¡¡París!!

La Montez a las puertas de Versalles.
Como nuestros recursos son limitados y no sabemos si en un futuro volveríamos a visitar la ciudad, sería una falta grave no hacerse la foto con la Torre Eifell, el Arco del Triunfo, ver el Louvre, los almacenes Lafayette y alguna cosa más, común a todos los mortales.

Una vez cubiertas mis peticiones, me deje llevar por el buen hacer expedicionario de Escolopendra Venenossa y claro, tocó visitar las catacumbas, los cementerios... Esto también me gusta, pero no sentía ningún estrés si no conseguía verlo todo.

Reina del cromo.
En cuanto a los cementerios, la verdad es que visto uno los has visto todos, más si cabe, si son todos del mismo lugar. Siempre que salimos de viaje, hay cosas que solemos hacer por norma y que no pueden faltar: visitar el Museo Marítimo (si tiene), el Arqueológico, el Zoo y los cementerios.

Carmen Munsters nos recomendó el único cementerio que no vimos de los muchos que tiene la ciudad: el Cementerio del Père-Lachaise. Nos apunta, que en este cementerio reposa el cantante de The Doors.

"Tal vez a causa de tantos elementos exóticos su recuerdo es entrañable"
Terenci Moix
A mí este cantante no me interesa en absoluto, pero como mi lista de prioridades ya estaba cubierta, pese a mis quejas por ir a ver la tumba de este señor, que es una de las cosas que hace todo el mundo, decidimos ir en su busca.

Como he dicho, en nuestro peregrinaje cementeril, nos faltó el mencionado camposanto. A la “caza” de la tumba de Jim Morrison, vimos uno por uno todos los cementerios más famosos de la zona, muchas veces obviando los sepulcros de figuras más interesantes.

Scherezade de Oriente falsificado.
Gracias a que ya no nos quedaba más tiempo y que la paciencia de Escolopendra llegó a su límite, nos rendimos a las puertas del Cementerio de Montparnasse. Aquí no sabíamos todavía que nos habíamos equivocado otra vez. Escolopendra sabiamente me dijo: “Si no está aquí, yo paso de seguir visitando más cementerios, ¡¡estoy hasta las narices!!” O algo por el estilo.

Mirando en el plano de la entrada, examinando la situación de las tumbas de los personajes famosos, descubrimos que Morrison no se encontraba, pero la que sí que estaba era María Montez.

¿Te hace una Montez en vez de un Morrison?

Reina de la nostalgia.
Y nos adentramos en el cementerio en busca de la tumba de tan peculiar estrella. Lo bueno es que aquí, no había colas de admiradores. Además siempre resulta más original, con el riesgo de caer en la pedantería, decir que has visto la tumba de María Montez en vez de la de Morrison, posiblemente porque casi nadie sepa quién es.

¡¡Lo que piensen de mí, me lo paso por el Arco del Triunfo!!
He llegado a un punto en mi vida que pienso que tengo que tener algún enlace secreto con las estrellas de cine al igual que años atrás me pasaba con las vírgenes y santas… Largo de contar aquí. Pero el caso es que tiempo después de nuestra aventura parisina, se me apareció en sueños el espíritu de María Montez, más inexpresiva, dorada y con más perlas que nunca y me susurró al oído: ¡¡Coleccióname!!”. Así, si más explicaciones.

¡¡Si me lo pide una diva tan insolente, no puedo negarme!!

¡¡El triunfo de la voluntad!!
Como soy muy disciplinado, no la decepcionaría. Me puse a ver todas las películas que pude y a coleccionar. Había empezado el camino desde el final, visitando su tumba, así que tocaba ponerse al día.

Descubrí una figura única en su género. Creó su propio club de fans y se comportaba como una autentica reina fuera de los platós. También es verdad que reconocía que su éxito era relativo, cosa que no le impedía hacer declaraciones del tipo: “Si Hollywood es la ciudad del espectáculo, yo ofreceré el mío”.

Hipnotizando a una araña tan artificial como ella
Maria Montez, cursó estudios en un internado de Santa Cruz de Tenerife. De padre canario y madre originaria de Baní, nació en la Republica Dominicana donde su padre ejercía de Cónsul. Tras escaparse en numerosas ocasiones del internado, casarse a los diecisiete años, terminó aceptando la invitación de unos aristócratas germanos y se marchó a Nueva York, buscando lo que siempre había soñado: una vida artística y lujosa al estilo de lo contemplado en las películas.

Era una de las bellezas de su época y sus 1,68m de altura contenían a partes iguales, narcisismo, ambición, atractivo y elegancia. Muy limitada artísticamente, Terenci Moix lo resume muy bien: “No sabemos si invocamos a una actriz o a una estatua”.

¿Actriz o estatua?
Su paso por el cine fue corto, aunque estos fueron de auténtica gloria. Encarnó las necesidades de evasión en tiempos de guerra, convertida en la exótica estrella de disparates orientales llenos de sarongs, sedas, turbantes, suntuosidad y colorido.

Además de las películas citadas, se la puede ver igual de estatuaria en: “La reina de Cobra” (1944); “Sudan” (1945) “La Atlantida” (1948). En “La reina de Cobra”, se empeñó en consagrarse como actriz y aunque los críticos ya sabían que no era una Vivien Leigh, algunos pregonaron que no esperaban tanta incompetencia.

La Reina de Cobra.
Vivió creyéndose una Reina hasta su muerte en París el 7 de septiembre de 1951 a los 39 años. Tenía problemas de sobrepeso, por lo que durante sus baños de agua caliente y sales adelgazantes, se le paró el corazón y fue encontrada sumergida en la bañera.

Reinado fugaz para alguien que pensaba: “cada vez que me miro al espejo me viene el impulso de gritar: ¡soy tan hermosa!”.

El 2010 lo recuerdo con especial cariño y si lo resumiera sería así: el año de nuestro viaje a París, el del Citroën 2cv y en el que redescubrí a María Montez.

“Quisiera tocar el firmamento para convertirme en una estrella lejana, pero fulgurante y bella, así todos me recordarán por lo que una vez llegué a ser.”

Venenosos salu2 desde Crystal Lake!!
Las fotografías forman parte de mi colección.

viernes, 11 de abril de 2014

EL DÍA DE DORIS

“Los hombres piensan que las pecas son provocativas.” Doris Day

Problemas técnicos recientes, han impedido que el pasado 3 de abril celebrase como se merece, los 90 años de la cantante y actriz Doris Day.

En el panteón edificado en Crystal Lake a las Diosas del Celuloide, Doris ocupa un lugar destacado junto a estrellas de la talla de Dietrich, Del Rio o Lamarr. Aunque pueda parecer incompatible con semejantes rivales, su simpatía, su estilo y esas películas llenas de colorido se enquistaron en mi memoria.


La estética siempre me ha tirado mucho. Más allá de los guiones, esos decorados, esos vestidos…, cuando veo alguna de sus películas no puedo quedarme indiferente. Junto con Winnie the Pooh, Doris cubre la parcela romántica y colorista de mi mitomanía.

Además, siempre viene bien un poco de aire fresco después de tanta mujer fatal.


Sin destacar especialmente por la belleza, el misterio y la lejanía de las citadas, el hecho es que la señorita Day, con esas pecas que la cubrían la cara, subió enteros en mi panteón de señoras ilustres a pasos agigantados desde mi niñez, hasta posicionarse a día de hoy, como uno de mis iconos imprescindibles.

Me recuerdo de niño viendo sus películas más conocidas protagonizadas junto a su amigo Rod Hudson en tv con mi madre, aunque ella siempre me repite que a ella, Doris le parecía terriblemente cursi.


En la etapa de mi niñez-adolescencia, solo era objeto de mi admiración fanática Rita Hayworth. Mi cultura cinematográfica estaba (por así decirlo) en pañales. Faltaba mucho para que llegase La Dietrich para acaparar mi atención por completo.

Luego Rita apareció con el pelo corto y platino en “La dama de Shaghai” (1947). Un corte de pelo y el encanto se esfumó. Confieso que yo también soñaba con Gilda y me desperté con Rita.

Además de Rita, recuerdo a Gene Tierney, Ingrid Bergman y por supuesto a Doris Day. Al final me he ido especializando y unas han dejado su hueco para ser cubierto por otras estrellas, pero del grupo citado, una de las mejor situadas es, Doris Day.


Pese a que muchos tilden a Doris Day de cursi o insoportable, entre ellos mí admirado Terenci Moix, que decía que sentía verdadera animadversión hacia ella, es innegable su talento innato para la comedia y para lo que no eran comedias, como sabía muy bien Alfred Hitchcock.

El maestro, la prefirió con diferencia a otras de las actrices con las que tuvo la ocasión de trabajar. Como por ejemplo: Julie Andrews (a la que no soporto), que por cierto le “robó” el papel de “Sonrisas y lágrimas” (1965). De hecho Hitch estaba deseando trabajar con ella.


Dejando aparte sus comedias con Rod Hudson, como “Confidencias a medianoche” (1959) o “Pijama para dos” (1961), que para mí son las que peor han envejecido, demostró sus cualidades como actriz en “El hombre que sabía demasiado” (1956) y “Un grito en la niebla” (1960) entre otras, aunque sería en el género de la comedia donde destacaría sin esfuerzo.

Estás películas mencionadas, junto con: “No os comáis las margaritas” (1960) y “Una sirena sospecha” (1966), se encuentran entre mis favoritas. A parte de Marlene, Hedy o Ingrid Bergman es de la actriz que más películas tengo.


Además sabía cantar y lo hacía muy bien. No hay día romántico que se precie en Crystal Lake donde no pongamos alguno de sus temas. Escolopendra Venenossa se “derrite” en cuanto suenan “Fly me to the moon” o su archiconocida “Qué será, será”.

Doris Day, comenzó su carrera musical en los años 40 formando con otras intérpretes, el nutrido grupo de música pop tradicional. También bailaba, aunque tuvo pocas ocasiones de demostrar esa habilidad.


En los años 50 después de una carrera como cantante de éxito, dio el salto al cine, trabajando con grandes directores y compartiendo protagonismo con los actores más importantes de la época. Una vez establecida como estrella en los 60, compaginó admirablemente una imagen de “chica de al lado”, de desbordante simpatía con grandes dosis de estilo, gracias sobre todo al magnífico vestuario que lucía en sus películas.

Doris fue siempre una creadora de tendencias, varios pasos por delante de sus fans, “haciéndoles saber” lo que se llevaría, dependiendo de la década. Cambiaba tan rápido como la moda, y sus películas se convirtieron en festivales de estilo de dos horas, siempre luciendo modelos que fuesen asequibles a sus seguidoras.


Las espectadoras iban a ver sus películas para aprender como Doris conquistaba al apuesto actor de turno y, no menos importante, para ver lo que llevaba cuando lo conseguía.

Hablando de moda, creo que mi afición, rallando en el fetichismo por las faldas de tubo hasta las rodillas, debe de venir de la imagen que tengo de ella en mi cabeza. Me fascinan como sientan y esos andares que me parecen tan provocativos. Recordemos también a Tippi Hedren en “Los Pájaros” (1963), otra de mis actrices fetiche.


Sus papeles generalmente de puritana la colocaron la etiqueta de virgen oficial de Hollywood (algo totalmente alejado de la realidad), pero la personalidad, su entusiasmo, su comicidad, la aleja de la típica actriz-heroína a la sombra del galán. Doris Day en cada una de sus interpretaciones, es la dueña de la función.

Encarnaba a la perfección el prototipo de ama de casa americana. De sonrisa agradable, de ojos azules y su melena rubia, en sus comedias siempre representó a la mujer que defendía los valores familiares y la virginidad por encima de todo, sin abandonar una imagen coqueta.


La lucha de sexos que se traía entre manos con sus galanes, pese a estar pasada de moda, me hace todavía gracia. De todas formas, la prefiero más, cuanto menos en serio se toma a sí misma. Sus muecas, muchas veces exageradas no me producen ningún rechazo y eso que no soy de los que aguanten a ningún actor excesivamente sobreactuado.

¡¡Para mí, cuanto menos gesticulen mejor que mejor!!

Los años en los que figuró entre las estrellas más taquilleras, llegaba a su fin. A finales de los años 60, se retiró del mundo del espectáculo dejando atrás una carrera llena de éxitos en cine y televisión.


En los setenta, se dedicó a tiempo completo, al cuidado de perros y gatos abandonados, convirtiéndose en una defensora a ultranza de los animales. En la actualidad sigue con estas actividades desde su fundación “Doris Day Animal League”, además de diversas asociaciones que ayudan a niños, enfermos y ancianos sin recursos económicos.

En 1988 recibió un Globo de Oro honorifico (Premio Cecil B. DeMille) al conjunto de su carrera, durante la cual solo fue nominada al Oscar en 1959 por “Confidencias a medianoche”.


Curioso es que fuera de la pantalla estaba considerada como una devoradora de hombres. Se casó en cuatro ocasiones y coleccionó amantes en cantidad. Ella misma se consideraba: “una voraz Mesalina”.

“Aunque en la pantalla daba la imagen de chica de al lado, yo era más bien la mujer de la cama de al lado ¿Qué hay de malo en el sexo?” Doris Day

Venenosos salu2 desde Crystal Lake!!
 Las fotografías son todas de mi colección.