Azar
Del ár. hisp. azzahr, y este del ár. zahr ‘dado’.
1. m. Casualidad, caso fortuito.
Del ár. hisp. azzahr, y este del ár. zahr ‘dado’.
1. m. Casualidad, caso fortuito.
Nunca hubiese previsto que con el paso de los años, actrices a las que ignoraba e incluso detestaba y que, en algunos casos, formaban parte de una “lista negra”, llegaran a gustarme. A lo largo del tiempo, las impresiones que sostenían mi criterio pierden importancia y mi punto de vista con respecto a ellas cambia para mejor.
Como en todo, hay matices: Loretta
Young, por ejemplo, no es la misma en la década de los 30 (su período pre-code)
que la Young señorona que se nos presenta en años posteriores. Es verdad que la
primera nos hace ser indulgentes con la segunda.
Loretta definitivamente no me gustaba. Más allá de sus retratos glamurosos, siempre la encontré mojigata y sus interpretaciones (o por lo menos las que había visto), me parecían aburridas y convencionales. Hay que tener en cuenta que sus contemporáneas en los 30 eran estrellas como Crawford, Dietrich, Garbo o Harlow, a las que conocía muy bien, ya que sus películas se pasaban por televisión con relativa frecuencia. ¿Qué me quedaba entonces de Miss Young?: ‘Suez’ (1938), una película que contaba la construcción del Canal y ‘The Stranger’ (El Extraño, 1946) dirigida por Orson Welles, un film que tuvo bastante éxito pese a ser de bajo presupuesto y en el que Loretta ofrecía, como opinó el crítico del New York Times Bosley Crowther: “otra actuación tonta.” Con semejante “curriculum” ha sido necesario el paso del tiempo e Internet para acceder a sus primeros films y hacerme cambiar de idea. Peliculones de la Young a considerar: ‘Taxi!’ (Taxi/Pájaros de cuenta, 1932) con James Cagney, en la que junto a él lucha contra el monopolio de los taxistas; ‘Heroes for Sale’ (Gloria y Hambre, 1933) un film reivindicativo donde el protagonista, Richard Barthelmess, es un ex-soldado adicto y desempleado durante la Gran Depresión o ‘Born to Be Bad’ (Nacida para ser mala, 1934) con un Cary Grant recién salido de los brazos de Mae West, dando vida a una madre soltera que sobrevive como estafadora, educando a su hijo en el mismo oficio.
“Si desea un lugar bajo el
sol, debe esperar algunas ampollas.”
Loretta Young
Otro tanto me ha pasado con la popular Ginger Rogers. Siempre me ha parecido un poco irritante pese a su fama de pizpireta y sus exitosos musicales junto a Fred Astaire. Siguiendo la recomendación de un buen amigo y, dado que compartía protagonismo con Doris Day (en uno de sus escasos films dramáticos), accedí a verla ya madurita en ‘Storm Warning’ (Aviso de tormenta, 1951) donde da vida a una testigo de un asesinato cometido por el Ku Klux Klan. ¡Magnífica película por cierto! Este título me animó a descubrirla en otros registros alejados de sus papeles como bailarina un tanto (según mi opinión) rígida. ‘Primrose Path’ (Camino de rosas, 1940) en la que interpreta a una joven decidida a no seguir los pasos de la “profesión” de su madre y abuela, y ‘Kitty Foyle’ (Espejismo de amor, 1940) un drama romántico por el que ganó el Oscar, me han acercado a ella con otra mirada. También está bien revisitarla en su etapa pre-code (aunque renegase de ella), dejando de lado sus musicales.
Ginger Rogers
Pese a ser el arquetipo de estrella de los años 30 y la Reina de MGM, Norma Shearer, cuya carrera comienza en 1919 con el cine silente y termina en 1942, nunca fue una de mis favoritas. Es reconocible por su imagen un tanto Art Decó especialmente en la década de los 30 y es comúnmente recordada por la película coral ‘The Women’ (Mujeres, 1939). Como algunas de sus coetáneas, siempre pensé que su éxito como actriz dependió de su matrimonio con el productor Irving Thalberg, conocido como “The Wonder Boy” (“el chico maravilla”), que le asignaba los mejores papeles del Estudio. Cierto o no, la filmografía de la Shearer se compone de melodramas románticos en entornos sofisticados, contemporáneos o de época, que se convirtieron en éxitos de taquilla. Sus papeles principalmente en el pre-code eran mujeres modernas y libres (con todo lo que implica), ganando el Oscar por ‘The Divorcee’ (La divorciada, 1930), un tema, el del divorcio, que ahora no nos produce la mínima inquietud, pero que en su momento fue una sensación y motivo de escándalo. En ambientes históricos nadie podrá igualar su ‘Marie Antoniette’ (Maria Antonieta, 1938). Por desgracia, casi la totalidad de su films acusa el paso del tiempo con peor suerte que el de sus compañeras de generación. Aun así da gusto verla en películas como ‘A Free Soul’ (Alma libre, 1931) explícito título junto a Clark Gable, por la que aspiró de nuevo al Oscar (fue nominada en cinco ocasiones) o films que no han envejecido tan mal como ‘Escape’ (Evasión, 1940), una de sus últimas interpretaciones, en la que da vida a la amante de un nazi interpretado por Conrad Veidt, que ayuda a un norteamericano, Robert Taylor, a sacar a su madre de un campo de concentración.
"Es imposible hacer o lograr
algo sin pisar a otros; los enemigos son inevitables cuando uno es decidido.”
Norma Shearer
De apariencia frágil y delicada, Sidney interpretó en numerosas ocasiones a la heroína de clase trabajadora o a la hermana del gangster, demostrando durante su época de mayor esplendor (los años 30), su capacidad para emocionar y seducir sutilmente en films como: ‘City Street’ (Las calles de la ciudad, 1931) de Mamoulian junto a Gary Cooper; ‘An American Tragedy’ (Una tragedia americana, 1931) dirigida por Von Sternberg; ‘Street Scene’ (La calle, 1931) de King Vidor; ‘Fury’ (Furia, 1936) película de Fritz Lang en la que interpreta a la prometida de un hombre encarcelado injustamente al que terminan “linchando”; ‘Sabotage’ (Sabotaje, 1936) del maestro del suspense Alfred Hitchcock; ‘Dead End’ (1937) una película con trasfondo social de William Wyler, en la que comparte los créditos con Joel McCrea y Humphrey Bogart, sin olvidarnos del western rural dirigido por Henry Hathaway ‘The Trail of the Lonesome Pine’ (1936) el segundo largometraje filmado en Technicolor y el primero rodado al aire libre, en el que comparte pantalla con Fred MacMurray y Henry Fonda.
Ha sido verla en éstas y otras películas, dirigida por pesos pesados de la dirección, para que me seduzca y conquiste desde la pantalla. ¿Quién puede olvidarse de esos grandes y tristes ojos suyos?
“Paramount me pagó por
lágrima. No fue una sensación, fue un hecho.”
Sylvia Sidney
Cuando se nos pregunta por una actriz emblemática del cine negro uno de los primeros rostros que nos viene a la cabeza es el de Lauren Bacall, pero sin desmerecerla, este género lo dominó con su voz ronca y susurrante, Lizabeth Scott. De sus 22 películas, fue la protagonista de todas menos de tres. Además cantaba: su voz y su presencia con cierta dureza, la encasilló en papeles de femme fatale. El productor Hall B. Wallis, que le permitió debutar en pantalla, valoraba “sus ojos vivos y brillantes, y esa voz que la hace intrigante”, como él mismo le dijo a un crítico cinematográfico.
Esas cualidades las volvió a demostrar en su segundo largometraje producido por Wallis, ‘The Strange Love of Martha Ivers’ (El extraño amor de Martha Ivers, 1946) protagonizado por Barbara Stanwyck y Van Heflin. Luego llegarían ‘Dead Reckoning’ (Callejón sin salida, 1947) junto a Bogart; ‘Desert Fury’ (La hija del pecado, 1947) donde es una hija conflictiva y competitiva que se enamora de un gangster; ‘I Walk Alone’ (1948) en la que interpreta a la cantante de un nigth club atraída por un ex-presidiario que llega al local donde actúa reclamando al dueño su parte del botín o ‘Pitfall’ (1948) esta vez como la novia de un estafador encarcelado, que seduce a un agente de seguros casado y aburrido conduciéndole hacía la mala vida.
Encasillada, como he dicho, en personajes de femme fatale de los cuales intentó escapar en varias ocasiones interpretando a mujeres abnegadas, volvería de nuevo a sus papeles habituales hasta que dejó el cine a finales de los años 50. Aunque era popular entre el público, su estilo de interpretación tranquila y naturalista no gustaba a los críticos que la menospreciaban, siendo víctima de incesantes comparaciones, siempre desfavorables, con Bacall.
“No quiero que me cataloguen
como una ‘personalidad’, algo que llame la atención. Quiero que se respete mi
talento, no solo por parte del público, sino por mí misma.”
Lizabeth Scott
Junto a estas actrices añadiría a Ida Lupino, injustamente olvidada por la mayoría. Actriz, cantante, directora y productora, destacó en géneros como el melodrama y el cine negro, a mi parecer mucho mejor que la sobrevalorada Bette Davis en el primero y mucho mejor que la magnética Bacall en el segundo. Imposible comprimir una brillante y extensa carrera en unas pocas líneas, por lo que Lupino es merecedora de una entrada para ella sola en Sopa de Mitos.
Proverbio chino.
¡Venenosos Salu2 desde Crystal Lake!
Todas las fotos colección del autor.