“Nunca presté mucha atención
al glamour. ¡Dietrich es glamour! La reina. Como Crawford. Como Garbo […]. Hay
misterio en ellas, pero yo nunca tuve eso querido”.
Querida Ann: posiblemente
tenías razón en parte, pero si hoy pudieras ver lo que se considera glamour
cambiarias de parecer. Si bien no eras misteriosa como Dietrich o Garbo, por no
decir artificiosa, las ganabas en naturalidad. Uno podía fantasear con ellas
pero era más factible acercarse a ti. De hecho, no es de extrañar, que fueses
una de las más populares pin up de los años 40. Por algo sería!
Tirando de memoria, aunque la
mía se reinvente con el paso de los años, recuerdo haberte visto mucho antes de
que el “glamour” se instalase en mi universo y el impacto que me produjiste.
Mucho, mucho antes, de que mi pasión por el cine germinase. Durante un tiempo guardé
una foto tuya recortada de una revista, al igual que hice con Bergman y que
todavía conservo. La tuya por desgracia desapareció con el transcurso de los
años.
“Solía ir al Grauman’s Chinese
o al Pantages y sentarme allí esperando ver mi cuerpo sin rostro en la
pantalla”.
Como he dicho en muchas
ocasiones, la primera de todas en ocupar un lugar privilegiado en mi panteón de
mitos fue Rita Hayworth. Rita que te eclipsó para la historia tanto por Gilda (1946) como por su melena pelirroja. Una cabellera, que por cierto, compartíais.
Es verdad que luego apareció
Dietrich y arrolló (por poderosas razones bien conocidas por los que me leen) a
todas y centré mí entusiasmo por el coleccionismo y mis recursos en ella, pero
con el paso de los años he ido subsanando el error. Igual que contigo me pasó con
muchas otras estrellas. No voy a mentir y reconozco que el coleccionismo es una
afición especialmente costosa, si bien hay que saber mantener los pies en la
tierra para no derrochar. Para mí es una actividad placentera de la que soy
adicto. De hecho me “automedico” cada cierto tiempo.
“Puedo silbar con los dedos,
acosar a un novillo, encender un fuego con dos palos, disparar una pistola con
bastante precisión, escribir tipografía y dar clases en una escuela”.
Cuando ya florecía mí gusto
por el cine clásico te perdí la pista. Todas las madrugadas (quizás una de las
razones por las que tengo dificultad para dormir), esperaba sentado delante del
televisor a que emitiesen en La2 el programa Cine Club, donde programaban
ciclos de cine clásico (en versión original) dedicados a alguna estrella y/o
género, pero como he dicho, la historia es injusta y se olvidaron de ti al
igual que me ocurrió a mí.
Todo es enmendable y yo que en
parte, voy contracorriente, te recupero y te posiciono en un lugar prominente
en mi “cultura” cinematográfica, desdeñando a otras estrellas enquistadas en la
memoria colectiva. No doy nombres pero muchos y muchas sabréis quienes son...
“A algunas personas les
suceden cosas muy interesantes durante el intento demoledor y prolongado de una
carrera.
Otros solo parecen arrastrarse y el mío suena tan aburrido. Si hubiera
sucedido algo emocionante lo entendería, pero fue sólo un trabajo duro, eso es
todo”.
En el momento que nos ocupa y
dada mi persistencia, casi enfermiza, de alejarme lo más posible de las
tendencias actuales, sigo revisitando clásicos de las décadas de los 30 y 40, y
aquí te descubro de nuevo en grandes películas semiolvidadas (otra cosa que
reprochar a la infame historia) dirigidas por grandes directores: Michael
Curtiz, Lewis Milestone, Raoul Walsh, Sam Wood y acompañada por extraordinarios
actores: Bogart, Cagney, Flynn, Huston, o Raft, entre otros.
“No olvides que a todos los
hombres les gusta que los consideren bastante peligrosos”.
Estimada Ann, te he “redescubierto”
en la comedia con tintes criminales It All Came True (1940) donde también
cantabas, en el excelente melodrama They Drive by Night (La Pasión Ciega, 1940)
con otra devoradora de planos: Ida Lupino (también olvidada), en el drama City
for Conquest (Ciudad de conquista, 1940) dirigido por Anatole Litvak, Kings Row
(Abismo de pasión, 1942) con un sorprendente (para bien) Ronald Reagan, en el
drama bélico Edge of Darkness (Al filo de la oscuridad, 1943) donde formas
parte de la resistencia Noruega durante la ocupación Nazi, fuiste toda una
mujer fatal en el cine negro Nora Prentiss (1947), transitando por el mismo
género te convertiste en la heroína protagonista (raro para este tipo de
filmes) en Woman on the Run (1950) donde se notaba que también ejerciste la labor de
productora y por último en la película de aventuras Appointment in
Honduras (Cita en Honduras, 1943) que vi en principio para admirar tu cabello
pelirrojo en (como digo siempre) asombroso technicolor.
“No creas que puedes
arreglártelas sólo con el atractivo sexual”.
Muchos te recordarán en la
comedia de Howard Hawks I Was a Male War Bride (La novia era él, 1949) junto a
Cary Grant, que tengo pendiente de volver a ver y que pospongo porque Grant,
aunque gustándome bastante, en ocasiones me satura.
La carrera de Ann Sheridan no
fue muy larga, en parte porque falleció a los 51 años a causa de su afición al
tabaco. Era una fumadora empedernida. Comenzó a mediados de los años 30
contratada por Paramount tras ganar un concurso de belleza. Limitada a pequeños
papeles no acreditados porque el estudio no dedicó demasiado tiempo en ella. Mencionar
que el plantel de estrellas de la Paramount era el quién es quién de la década:
Mae West, Claudette Colbert, Marlene Dietrich y Carole Lombard.
“Tuve que luchar por todo en
Warner. Desde el director de casting hasta Jack Warner. Por supuesto, en Warner
todo el mundo parecía tener que luchar. […]. Una pelea demoledora y prolongada.
No siempre gané, pero les hizo saber que estaba viva”.
Abandonado el mencionado
estudio, firma contrato con Warner Bros. Momento en el que su carrera mejora
convirtiéndose en la principal “sex symbol” del estudio y recibiendo el
apelativo “The Oomph Girl”, la chica sexy, algo indefinible que despierta el
interés masculino. Siento ser malvado, pero es un título merecidísimo, teniendo
en cuenta que la reina de Warner era Bette Davis.
Su década fueron los años 40,
repartidos con desigual fortuna con: Rita Hayworth, Betty Grable o Lana Turner.
Quizás caer en un estudio como Warner le proporcionó una carrera pero no la
repercusión que como las otras se merecía. Es algo que he ido elucubrando con
el paso de los años. Otro caso similar es el de su compañera de estudio Eleanor
Parker, hoy recordada sobre todo por su papel como la Baronesa Elsa Schraeder
en la película musical un tanto ñoña The Sound of Music (Sonrisas y lágrimas,
1965). La productora siempre se destacó por un cine llamémosle de “hombres”,
especializada en películas de gánsteres y realistas alejándose de la línea de
sus competidoras.
“Me apodaron ‘The Oomph Girl’,
¡y detesto ese apodo! El solo hecho de ser conocida por un apodo indica que no
se te considera una verdadera actriz… ¡Es simplemente una mierda! Si mencionas
a una actriz por su apariencia o reacción, entonces eso es todo lo que se la
considerará”.
Recomendar para quien quiera conocer a Miss Sheridan ver algunas de sus películas, descubrir lo buena actriz que era y comprobar que
antes de Rita estaba ella.
¡Venenosos Salu2 desde Crystal
Lake!Todas las fotos colección del autor.
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