martes, 29 de julio de 2014

LANA, LA ÚLTIMA DIOSA

Nunca he sentido una especial atracción hacia Lana Turner, hasta que hace poco leí la autobiografía de su hija Cheryl Crane, “Una Tragedia en Hollywood” (Ediciones B, 1989) y recupero (en parte) para mi mitomanía, a una estrella tanto dentro como fuera de la pantalla.

Lana en los comienzos de su carrera estelar.

Descubro que fue, pese a lo que muchos puedan pensar, una de las últimas grandes estrellas que nos dio la gran factoría de sueños que fue Hollywood. Matizo que descubrir, no descubro nunca nada. Prácticamente todas las actrices del Hollywood Clásico y en especial de la época del Star-Sytem, me son de sobra conocidas.

Mi primer recuerdo de La Turner, Lanita para sus amigos, es su aparición en ese clásico semejante a un gran musical que es “Los Tres Mosqueteros” (MGM, 1948). Las películas de capa y espada o musicales no son mi fuerte, y si contamos que aquí aparecía Gene Kelly acompañado de la simplona June Allyson no digo más…

Lana como Milady de Winter en "Los tres mosqueteros".

Pero gracias a que años atrás solo teníamos dos canales de tv y la gran afición de mis padres por el cine, allí estaba yo sentando delante de la tele, contemplando lo único que me hacía no perder detalle de las aventuras de D´Artagnan y sus amigos: Milady de Winter con los rasgos de Lana Turner. Para añadir más puntos a la película, aparecía Vincent Price como el Cardenal Richelieu.

Esa fue mi primera impresión de Lana. En maravilloso technicolor, con su famoso rubio champagne, haciendo de mala, como no podía ser de otra manera.
¡¡Las malas siempre me han atraído mucho más que las buenecitas!!

Luego no dejé escapar la ocasión de repetir la experiencia de volver a verla como Milady, en un papel que, como cuenta su hija, no le hizo mucha gracia. ¿Demasiada competencia estelar para Turner? ¿Un segundo puesto en los títulos de crédito?

Junto a Ingrid Bergman y Spencer Tracy en "El extraño caso del doctor Jeckyll".

Posteriormente la volví a ver en grandes películas, hoy clásicos del cine en blanco y negro. “El cartero siempre llama dos veces” (MGM, 1946) que la lanzó al estrellato o “Cautivos del mal” (MGM, 1953). También la tenía localizada en otras películas como: “El extraño caso del doctor Jeckyll” (MGM, 1941), pero aquí más por mi gusto hacia otra actriz, Ingrid Bergman.

Como cosa curiosa, me llamó la atención en “Las chicas de Ziegfeld” (MGM, 1941), a la mayor gloria de Judy Garland e inexplicablemente obvié a Hedy Lamarr. Todavía hoy no me explico cómo pudo pasar esto. A Hedy le faltaba todavía mucho para que me impactara con “Argel” (United Artists, 1938).

Con Hedy Lamarr en "Las chicas de Ziegfeld".

Como siempre y como he dicho muchas veces, la sombra de Dietrich era muy larga y monopolizaba por entero mi interés.

Ahora no sé si por la edad, que hace tiempo me hizo más flexible o por la nostalgia de un cine que nunca volverá a ser, las grandes estrellas recuperan una parcela que siempre tendrían que haber ocupado. En este punto llega Lana y llega para quedarse.

Lana junto a Clark Gable, otro dinosaurio de la Edad de Oro.

Lana Turner, al igual que Clark Gable, actor que tuvo su entrada en este blog por idénticos motivos, fue una estrella (de una estirpe de las que ya no quedan) que luchó con uñas y dientes para mantener su reinado en las postrimerías de un cine en extinción. Se asemejaba mucho al Rey. Su reinado bien entrado los años 40, tutelado por la todopoderosa Metro, terminó prácticamente con el final del Star-System a principios de los años 50.

Esto no quiere decir que desapareciera. Al igual que Joan Crawford, una diva anterior y muy distinta a la Srta. Turner, se reinventó y luchó contra el hándicap de la edad (que no sufrían los hombres) para mantenerse en el cine hasta finales de los 60, si bien sin el esplendor de antaño aunque con la misma actitud.


Cuenta la leyenda más o menos verídica, que fué descubierta por un cazatalentos cuando merendaba en una cafetería. De infancia difícil pero de auténtica superviviente, su ambición y atractivo le abrió las puertas de la MGM. Más carnal que las estrellas de la generación anterior, en principio, recibió el rechazo de la comunidad de Hollywood de los años 30.

Intervino en varias películas a finales de la década, pero la entrada de EEUU en la Segunda Guerra Mundial, que derivó en un cambio generacional y en los gustos del público, la aupó como una de las estrellas más populares de los años 40. Junto a Rita Hayworth y Betty Grable formo el trío favorito del ejército americano y se convirtió en un símbolo sexual de su época.


Más bella que actriz, es posible que no se preocuparan en sacar más partido de sus posibilidades, pues en las películas citadas demostró que no era tan mala actriz como se suponía e incluso mejor que muchas. Siempre se limitó a hacer lo que se le pedía. Disciplinada, podía volver de una fiesta a las 3 de la madrugada y levantarse a las 6 de la mañana.

Se paseó por los estudios de la MGM (y fuera de ellos) como una auténtica reina. Si bien es verdad que una reina generosa y amable en muchas ocasiones. Las penurias que pasó de niña la apremiaron a, como una Scarlett O´Hara, no pasar nunca más hambre y amasó fortuna que dilapidaba tan rápido como llegaba, en mansiones, fiestas y lujos varios.


Fortuna esta que repartía generosamente a partes iguales tanto a la familia como a amigos, maridos y amantes. Su hija cuenta que se jactaba de pagarse todo ella misma y no dejarse mantener por nadie. También nos hace saber, que esa generosidad, era más bien material porque en lo sentimental era más bien avara, o hablando con más exactitud, según estuviera de humor.

Como buena diva que se precie, su carácter era tan voluble como el viento. En algunos momentos su propia hija no sabía muy bien si estaba hablando con su madre o con la Lana Turner de sus películas. Tras su apariencia de glamour, Lana escondía una personalidad tremendamente insegura.

Aunque como he dicho era muy disciplinada, Lana era un espíritu libre. Su altanería e inconformismo, junto a sus excesos en público le causaron más de un disgusto con la MGM, que la suspendió de empleo y sueldo en más de una ocasión.


Como a Gable, su galán en varias ocasiones, el fin del sistema de estudios y el cambio de década, le reportó el despido inmediato. A partir de este momento tuvo que ganarse las habichuelas por su cuenta, sin el apoyo y los cuidados que había recibido desde hacía casi veinte años, a saber: sueldo semanal, películas para su lucimiento y departamentos como el de vestuario y el de publicidad a su entera disposición. Además tenía que competir con las nuevas figuras, que emergían rápidamente arrinconando a las "viejas" glorias, pero imitando su estilo.

El despegue definitivo de la tv y un público que buscaba nuevas sensaciones y más realismo, precipitó la caída de ingresos de las grandes compañías y el modo de hacer películas hasta entonces. La competencia era feroz, pero Lana encontró su nicho especializándose en melodramas a todo color como: “Imitación a la vida” (Universal, 1959), que muchas veces copiaban descaradamente acontecimientos de su vida privada y que eran muy del gusto de las “marujas” de la época.

Lana mostrando poderío en Technicolor.

Por su papel en “Vidas borrascosas” (20th Century Fox, 1957), consiguió su única nominación al Oscar, arrebatado por Joanne Woodward (la mujer de Paul Newman). Lana fué la única de las otras nominadas que apareció en la ceremonia, aunque ya concienciada de que no iba a ganarlo. En la fiesta posterior a la gala, recibió en su mesa el reconocimiento de lo más granado del Hollywood de ayer y del momento, como rindiendo homenaje a una época del cine ya desaparecida. Incluso la premiada se acercó a saludarla.

Para entonces Lana había dejado atrás a todas sus contemporáneas, incluso a su gran amiga Ava Gardner.

Junto a su amiga de juergas varias Ava Gardner.

Encasillada durante los años 60, la crítica infravaloró su talento al limitarse a interpretar melodramas prácticamente calcados unos de otros.

Paralelamente su vida privada fue tan conocida por su público como sus apariciones en el cine, gracias a sus escándalos, pregonados a los cuatro vientos por la prensa sensacionalista. Contaba con una vida sentimental realmente agitada. Ocho matrimonios, dos de los cuales celebró con Stephen Crane, el padre de su única hija y una larga lista de amantes entre los que se encontraban: Clark Gable, Frank Sinatra, Victor Mature, Tyrone Power, Howard Hughes, Fernando Lamas...


Nacida en Idaho en 1921 como Julia Jean Mildred Frances Turner, se retiró definitivamente en los años 80 y nos dejó como Lana Turner un 29 de junio de 1995, víctima de un cáncer a la edad de 74 años.

Venenosos salu2 desde Crystal Lake.
Todas las fotografías son de mi colección.

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