Imitar
Del lat. imitāri.
1. tr. Ejecutar algo a ejemplo
o semejanza de otra cosa.
2. tr. Dicho de una cosa:
Parecerse, asemejarse a otra.
3. tr. Hacer o esforzarse por
hacer algo lo mismo que otro o según el estilo de otro.
Cuando de adolescente
empecé a interesarme por el mundo del cine y en concreto por sus estrellas, mis
opiniones personales con respecto a ellas no eran para nada objetivas: si bien
es verdad que Marilyn Monroe no me sedujo tanto como a la mayoría, esto no me
impedía arremeter contra sus imitadoras. ¡Siempre he valorado más un buen original
a una copia, por muy excelente que ésta fuera!
Cuando en 1953 Monroe
se convirtió en todo un icono sexual y una de las estrellas más exitosas de
Hollywood, aparecieron de la “nada” una serie de rubias a su imagen y semejanza.
Las más populares fueron Jayne Mansfield y Mamie Van
Doren que junto con Monroe fueron conocidas como “Las tres eMes”. La
respuesta británica a tal despliegue de tinte platino fue: Diana Dors.
“Fui el primer símbolo
sexual de cosecha propia, algo así como las pícaras postales costeras de Gran
Bretaña.”
Y he aquí, que con el discurrir
del tiempo, descubres que Monroe para nada fue la rubia original. Ya Hollywood contaba
con un buen surtido de estrellas platinadas antes de la aparición de Marilyn:
Jean Harlow, Betty Grable, Lana Turner, por lo que
menospreciar, como solía hacer, a las supuestas imitadoras de tan rotundo icono,
era del todo inapropiado cuando el “original” anduvo el mismo camino que las mencionadas.
Si una cosa buena me ha
traído el Covid-19 es (como posiblemente repetiré en futuros escritos) descubrir
películas que ni conocía, redescubrir otras que tenía olvidadas y por añadidura,
volver a disfrutar de muchas estrellas tanto conocidas como desconocidas por mí
y valorarlas en su justa medida.
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Una futura "Blonde Bombshell". |
“No hay nada más
precioso en este mundo que el sentimiento
de ser querido.”
A Diana Dors la conocía
gracias a sus interpretaciones en películas de “horror” como: Berserk! (El
circo del crimen, 1968) junto a Joan Crawford o Theatre of Blood (Matar o no
matar, este es el problema, 1973) con el gran Vincent Price y sus papeles secundarios
en múltiples producciones de poca calidad.
Al igual que hice con Mansfield
y Van Doren, decidí ver algunas películas de esta “Blonde
Bombshell” y ver qué tan imitadora era de Monroe, de la que por cierto he
visto y tengo todas sus películas.
“Cuando se proyectó
aquí la primera película de Marilyn Monroe (The Asphalt Jungle, 1950), un
columnista escribió: 'Cuánto se parece a nuestra Diana Dors'.”
Y llegó el día, al ser
mi fiel Escolopendra tan aficionada a Vincent Price como yo, en el que programé
en mi televisión Theatre of Blood. Acostumbrada al glamour de los años 30 y 40 que
nos ha acompañado durante casi dos años, se quedó estupefacta al contemplar a
la Dors, que no estaba, todo hay que decirlo, en su mejor momento físico. Me
propuse quitarle esa mala impresión y convencerla de que era una verdadera “Blonde
Bombshell”. Como errar es de humanos, me salió el tiro por la culata cuando vimos
Berserk! ¡No se muy bien en que estaría yo pensando!
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Las manos de Vincent Price no le deparan nada bueno a Diana Dors en Theatre of Blood. |
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Como Matilda en Berserk! |
Dada mi afición a los
animalitos, volví a “meter la pata”. Olvidé mi propósito solo por ver las
aventuras de un caimán en la comedia An Alligator Named Daisy (Un caimán
llamado Daisy, 1955). Diana Dors es la prometida del protagonista, un muchacho
que se hace cargo de un caimán que ha sido “abandonado”. Por supuesto “Daisy”
creará el caos allá por donde pasa y, si no eres muy exigente, te echarás unas
risas. A destacar, otra cosa que me sedujo de la película, la aparición de Margaret
Rutherford, una suerte de telépata que se comunica con los animales. ¡Sin dudar
lo mejor del film!
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Donald Sinden más pendiente de Daisy que de su prometida. |
“Realmente, de todas
las películas que he hecho, solo hay unas pocas de las que pueda sentirme
orgullosa."
La popularidad en
Crystal Lake de Diana Dors estaba bajo mínimos y complicada veía la cosa para
convencer a Escolopendra Venenossa de que le diera una nueva oportunidad. Si
por algo me caracterizo es por mi insistencia (llamémosle pesadez) y me encaminé
hacía el éxito al decantarme por dos películas de cine negro: Tread Softly
Stranger (1958) y Yield to the Night (Mientras espera la noche, 1956).
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Apuntando maneras con el peculiar nombre de Calico en Tread Softly Stranger. |
La primera, Tread
Softly Stranger, es un drama criminal donde Miss Dors aparece como una
verdadera “Blonde Bombshell” siendo el vértice de un triángulo amoroso. Dos
hermanos, uno de ellos jugador con múltiples deudas y el otro un simple
empleado de una fundición, que se ven envueltos, gracias a nuestra rubia
protagonista, en el robo de las nóminas de la fábrica en la que trabaja el
segundo. Un plan que se supone será beneficioso para ella y termina siendo perjudicial
para ellos.
“Basé mi carrera en el
sexo: en los hombres, el sexo y el dinero,
en ese orden.”
Ya tenía prácticamente convencida
a Escolopendra de que Dors era algo más que una rubia platinada y gracias a Yield
to the Night, que descubrí casi por casualidad, logré por fin derribar sus prejuicios.
Antes ya le había hablado de que además de actriz, no aprovechada como debería
haberlo sido, era una efectiva cantante de swing (sus primeras grabaciones
aparecieron en 1951) y que, aunque hizo sus pinitos en EEUU, decidió volver a
su tierra natal, Inglaterra, donde sería una exitosa estrella y no una más como
en Hollywood. Más tarde, demostró su talento tanto en televisión como en el
teatro, en sus grabaciones discográficas y espectáculos de cabaret.
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Como Mary Hilton en Yield to the Night. |
Después de ver Yield to
the Night, un drama carcelario del que no voy a decir mucho para evitar “spoilers”,
pues es una película buenísima que recomiendo que veáis encarecidamente e imprescindible hacerlo en versión original subtitulada. He de decir que me llevé gran sorpresa con los
comentarios de Escolopendra Venenossa que se había quedado con mal cuerpo (por
la fantástica interpretación de Dors) después de verla: “Marilyn nunca habría
hecho una película como ésta.” ¡Yo añado que ni hubiera podido!
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Dors comentaba que hasta Yield to the Night todos pensaban que era una "broma" en vez de una actriz. |
“Me pidieron que
cambiara mi nombre. Supongo que tenían miedo de que si mi verdadero nombre
Diana Fluck aparecía en las marquesinas se fundiera una de las luces…”
Seguía comentándome Escolopendra
que: “Diana Dors nos ofrece una magnífica interpretación llena de matices, de
una atormentada mujer en la cárcel, y aparece sin maquillaje, despeinada,
desmejorada, vestida con el uniforme de reclusa: en definitiva, su aspecto es
totalmente realista, lo más alejado posible del glamour cinematográfico. Casi
con toda seguridad Marilyn no hubiera aceptado jamás aparecer así en un film.” Como
ejemplo, viene a mi memoria su papel en River of no return (Río sin retorno, 1954)
dónde, a pesar de estar en plena naturaleza aparece perfectamente maquillada, al
contrario de una (verdadera) reina del glamour como Marlene Dietrich que, en la pelea de salón
en Destry rides again (Arizona, 1939), tras quedar para el arrastre, le echan
por encima de la cabeza un cubo de agua de fregar el suelo.
Pese a que nos
bombardean con el supuesto coeficiente intelectual de Monroe, aunque aclaro que
esto también se le atribuye a Jayne Mansfield (¡Qué casualidad!), lo pongo en
duda cuando Marilyn decidió montar su propia productora en 1954 para terminar
haciendo El príncipe y la corista (The Prince and the Showgirl, 1957) que era
más de lo mismo o cuando Billy Wilder la convenció de que eran pruebas de
cámara, al ver unas imágenes en blanco y negro de Con faldas y a lo loco (Some
Like It Hot, 1959), porque ella sólo hacía películas en: ¡Technicolor!… Con el éxito
que tenía, podía haber hecho lo que quisiera, pero siguió con el estereotipo de
rubia (básicamente) tonta.
"Pasados los 40 años no puedo seguir interpretando papeles de chicas glamurosas y fulanas para siempre."
La carrera de
Dors no fue tan espectacular internacionalmente (en su país era otro cantar), pero sí
que nos encontramos con papeles diversos, arriesgados y pequeñas joyas. Algo
similar le sucedió a Mamie Van Doren o Cleo Moore en Hollywood, en parte gracias
a la serie B que no era tan exigente con los temas comprometidos de los guiones,
si bien las películas no eran muy buenas en realización, por el contrario, los argumentos
eran espinosos y muy alejados de los papeles interpretados por Monroe.
"Es agradable ser importante, pero es más importante ser agradable."
¡Venenosos Salu2 desde Crystal Lake!
Todas las fotos colección del autor.