Comer
Del lat. comedêre.
1. tr. Masticar y deglutir un alimento sólido.
2. tr. Ingerir alimento.
Gula
Del lat. gula.
1. f. Exceso en la comida o bebida, y apetito desordenado de comer y beber.
“La realidad, sin imaginación, es la mitad de realidad.”
Luis Buñuel
El título de esta entrada señala a una persona que come poco, casi
como un pajarito, pero este no es mi caso. Los alimentos elaborados y yo
tenemos una relación de amor-odio.
Aunque parezca lo contrario mi estómago no tiene límites y
normalmente mis problemas de salud están relacionados con los alimentos, en
general por atracones. Una vez que hinco el diente a algo, como si fuese un gran
tiburón blanco, devoro todo lo devorable que esté a mi alcance. ¡Lo del fuet y
no han pasado ni 24h debería haberlo patentado yo!
En esta mesa se masca la tragedia... |
Cuando era carnívoro, allá por el pleistoceno, antes de decidir
qué meter en un bocadillo, probaba todo lo comestible que había en el
frigorífico: chorizo, jamón, mortadela, lomo, salchichón, etc… Hacía las
combinaciones posibles de todos ellos con mahonesa, kétchup, mostaza, juntos y
por separado. Total que ya con eso había más que cenado y por lógica estaría
más que satisfecho, pero igualmente me comía un bocadillo. ¡Ah, de media barra
de pan! También tenía y sigo teniendo la mala costumbre de atragantarme e
incluso ahogarme comiendo…
Cuando conocí a Escolopendra le pregunté: ¿Te importaría vivir con
un luchador de sumo? Su repuesta fue concisa: ¡Pues sí!
“Si tiene que matar el sabor de lo que está comiendo,
el kétchup se
vierte ahí.”
Marlene Dietrich
Normalmente estoy hambriento y más de una vez le he dicho a Escolopendra
que no había nada en la cocina. Ella que sabe que mi “talón de Aquiles” es la
pereza me contesta la mayoría de las veces: “cosas tienes, lo que pasa es que
tienes que elaborarlas. ”
¡Siempre tan sabia!
¡Deseo que tengáis un buen almuerzo excepto a Christina! |
En caso de hambruna extrema he llegado a comerme hasta una
cebolla. Aunque esto termina casi siempre fatal… Como fatal me he puesto las
veces que como demasiado. De hecho las pocas veces que he faltado al trabajo es
por indigestión. De quedarse en casa dos días en cama o sin parar de visitar al
Sr. Roca…
Una de las primeras cosas que escuchó mi madre que salió de mi
boca cuando era un niño de meses fue: “tra tra”. Acompañaba esta vocalización
con un movimiento de las manos. Seguro que veía algo que me gustaba y le
indicaba lo mejor que podía, que me lo quería llevar a la boca.
¡Soy tan tragoncete como un pequeño gorrinillo! |
Lo único positivo que saqué de ser un tragón, viviendo en casa con mis padres, es que me resultaba relativamente fácil disimular una borrachera.
Bueno, mi madre tenía sus sospechas, pero la duda rondaba por ahí, visto lo visto
a la hora de la comida y cómo daba cuenta de un cocido madrileño…
Lo único malo es que conservo la manía de comer a escondidas. Mi
padre me regañaba cuando lo hacía y ahora Escolopendra lo hace también. Ambos
con buenas intenciones, desde luego. Uno argumentaba que me iba a sentar mal y
la otra porque ve que no tiene ningún sentido esconderse en tu propia casa para
comerse lo que tú mismo has comprado. En ocasiones sigo haciéndolo. ¡En fin!
No te fíes de quién intente invitarte a un vaso de leche... |
Siempre he pensado que soy inteligente, pero no entiendo por qué
cuando tengo dolor o molestias en el estomago decido combatirlas comiendo más.
Mi razonamiento es que me duele por hambre. Escolopendra ha vivido grandes
momentos en ese sentido conmigo…
Casi todo el que me ha visto comer dudaría en principio de esto, pero
en ocasiones, si hay confianza, he bajado la guardia y me han visto en pleno
frenesí devorador. Cosa que deja ojiplático a más de uno. Incluso alguna vez
han comentado a Escolopendra Venenossa: ¡no sabíamos que comía tanto!
“He seguido la misma dieta durante 20 años,
eliminando los almidones,
viviendo de ensaladas,
carnes magras, y porciones pequeñas.”
Gene Tierney
Y entonces: ¿a qué viene eso de comer como un pájaro? Esto se debe
a mi otro YO. El yo escrupuloso.
Siguiendo la estela de mi anterior entrada donde narraba que no me
gusta que me rocen, toquen o abracen, he de confesar que algo que no me hace
mucha gracia es comer fuera de casa, sea en restaurantes o casas de amigos. Y
desde luego, en algo que supongo coincidiréis conmigo, no me gusta compartir
comida. Tampoco ver comer a los demás.
Nada mejor que un buen periódico para evitar imágenes desagradables. ¡Y tienen perro...! |
Comer, leí en algún artículo, es un acto muy íntimo y personal.
Continuaba diciendo que comer con otras personas fuera de tu entorno familiar
es un acto de confianza entre ambas partes. ¡Gracias a este artículo me di
cuenta de que no estaba solo!
En cuanto a compartir o ver comer a alguien, me acuerdo una vez con
unos 18 años, que estaba la mar de contento porque llevaba a clase un plátano
para matar el gusanillo. Raro en mí porque no soy muy amigo de la fruta. El
caso es que un profesor, que me caía bien, me pidió un poco. Fue darle un
bocado y se me quitaron las ganas. ¡Se lo di! Creo que algo intuía porque lo
mismo me pasó con él y un sándwich. En cualquier caso prefiero invitar a algo
antes que compartir.
¡King Kong poco amigo de compartir la cena! |
Escolopendra que conoce mis manías, como el trajín que me traigo
con mis cucharas para el café llamadas: la Prefe nº1 y la Prefe nº2, sabe lo
mal que me sienta que alguien utilice mi taza del desayuno o mi vaso de agua,
etc… Está más que acostumbrada, pero aun así si deja algo en su plato y me lo
ofrece sabe que no lo comeré del suyo. Lo serviré en el mío. Si se da la
situación en que no me lo como, me pregunta siempre, que si puede ponerlo de
nuevo en la olla y que no lo ha tocado. Después de 20 años de convivencia eso
lo tengo superado, pero ya sabréis que las Escolopendras son muy educadas.
"Si te gusta la fruta ponte a disfrutar, disfruta la fruta buena y natural..." |
“Cuando planifico un menú, considero el color, la textura,
el
sabor y el equilibrio.”
Joan Crawford
En cuanto a los lugares públicos, tengo mis manías, que no se si
todo el mundo apreciará. Busco lugares alejados y prefiero sentarme cerca de
una pared. Si no se puede, intento por lo menos dar la espalda a la puerta de
entrada del restaurante o del resto de gente que este comiendo allí. Normalmente
como voy acompañado y estoy entretenido, mi mente se relaja y una vez que meto
el hocico en el plato dejo de pensar cosas extrañas. Otra cosa es que vea al
cocinero… Una vez Escolopendra me trajo para comer un bocadillo de tortilla de
patatas de un restaurante. El bocadillo estaba muy bueno, pero cometí el error
de ir yo mismo a por uno. Vi la cara del cocinero asomándose a la barra
mientras yo esperaba y ya no me comí el bocata a gusto. No me llegó a sentar
mal, pero casi.
Groucho y Margaret más pendientes del plato del vecino que del suyo propio. |
La primera vez que me invitan a comer a alguna casa tengo mis
reservas. Y siempre prefiero comer poquito, no porque piense que me van a
envenenar como en la Edad Media. Además de quedar elegante si no me
ha gustado mucho, por lo menos termino rápido. Si me invitan de nuevo, siempre
espero el mismo menú y si no es así lo sugiero. Prefiero que no me sorprendan
con novedades. Normalmente digo algo parecido a esto: “me encantó lo que comí.
Sueño con ello. ¡Vuélvemelo a hacer! ”
¿Le gustará el gazpacho? |
En cambio si tengo invitados en casa, como cocina Escolopendra me
convierto en un aspirador. Aquí también lo habitual es que la gente se
sorprenda al verme.
De todas formas no es complicado acertar conmigo: soy feliz con
unos huevos bien fritos (sin babilla) y una montaña de patatas fritas. Si
añadimos unos pimientos ¡pleno!
Por otro lado, un defecto que me molesta un poco es que me hagan
esperar, pero este defecto se convierte en aliado cuando me invitan a comer y
las cosas no están preparadas. Así puedo echar un ojo a la cocina y ver que
están elaborando. ¡Y si tengo mucha hambre incluso ayudo!
“Lo bueno en exceso puede ser maravilloso.”
Mae West
También me encanta que la gente tenga mascota. Hace muchos años me
invitaron a comer pollo en salsa. Un plato “difícil”. Puntualizo que aunque no
era vegetariano, todos los platos que se cocinan con carnes y pescados los he evitado
fuera de casa. ¡Cómo los de mamá ninguno!
Claudette sabe que es indispensable tener un perro bajo la mesa. |
El caso es que la muchacha tenía perro. El perro y yo no nos
gustábamos. La muchacha me sirve el plato, poquito le pedí, porque ya al primer
vistazo apuntaba maneras… Ella se sirve y al rato se va a la cocina a buscar
algo, momento que aproveché para deshuesar el rosado pollo y encasquetárselo al
perro. ¡No tardó ni 5 minutos en volver y ya no quedaba ni rastro!
-¡Ya has acabado! ¿Te pongo más?
(…si claro, después de ver que tú no te has puesto casi nada…)
-No gracias estoy lleno. Soy de comer poco.
¡Una mierda soy de comer poco! Luego así me pasa, que más de una
vez llego a casa muerto de hambre. Por cierto el perro de la historia se hizo
amigo mío y a su dueña le extrañó, porque su perro era antisocial. ¡A falta de perro son muy socorridas las servilletas de papel y
los bolsillos de los pantalones!
Con los animales me llevo bien, aunque una vez me pelee con un
gato por un trozo de fuet. Estaba invitado en un pueblo y decimos un grupo de
amigos pasar el día en un embalse. Ni me prepare comida ni me la prepararon y
estuve hambriento todo el día. Al anochecer regresamos a la casa. Entre los
bártulos que llevábamos había dos cajas de cervezas vacías. De pronto, de la
nada apareció un gato y se puso a trastear en ellas. Cuando me asomé para ver
con que porras estaba jugando, descubrí el trozo de fuet. Lo desenganche de las
cajas bajo la atenta mirada del gato y me lo comí. ¡El gato dejó de ser mi
amigo ipso facto!
Françoise Arnoul y su gato: ¡él nunca lo haría! |
“El postre es probablemente la etapa más importante de la comida,
ya que será lo último que recordarán sus invitados antes de que se desmayen por
toda la mesa.”
William Powell
Para remate, el colmo es cuando declino una invitación y
Escolopendra vuelve con un tupper. Una vez, a fuerza de insistir Escolopendra y
haciéndome ver que haría un feo a la persona que me lo enviaba, que me caía mal
por cierto, me comí una ensaladilla rusa a regañadientes y me sentó fatal.
Nunca más se repitió la historia. No sé muy bien si fue porque Escolopendra ya
estaba: ¡hasta las forcípulas de oírme relatar!
Gloria Swanson repasando el libro de recetas de su abuela. |
De todas formas soy educado y lo mejor de todo: ¡vegetariano! Lo
bueno de las verduras es que siempre se acierta y raro es que se cocinen mal,
aunque se puede dar el caso. Recuerdo una vez tener que comerme unas berenjenas
al horno rellenas de berenjenas que estaban crudas. Gracias a eso aprendí que
si me pierdo (no creo, porque salgo poco de casa) por el campo, se que si me
topo con un huerto de berenjenas: ¡puedo sobrevivir!
Si has llegado hasta aquí, te pareceré un invitado difícil, pero no
te preocupes, con los años he dominado esta pequeña tara y sólo es cuestión de que
“rompa el hielo”. Ya sabéis que las primeras veces no resultan tan placenteras
como esperabas…
“He pasado una noche estupenda. Pero no ha sido esta.”
Groucho Marx
Venenosos Salu2 desde Crystal Lake!
Todas las fotos colección del autor.
“Me gustaría poder charlar más tiempo, pero espero a un viejo amigo para la cena.”
Hannibal Lecter