Sobar
De or. inc.
1. tr. Tocar repetidamente algo pasando la mano.
2. tr. Manosear a alguien.
3. tr. Molestar, fastidiar con trato impertinente.
“Todos tenemos ideas muy claras sobre lo que es normal. Atengámonos a
esas ideas y dejemos a la psiquiatría mantener sus definiciones del hombre
moderno fuera de nuestro vocabulario.” Marlene Dietrich
Cualquiera que me conozca un poco sabe que no me gusta mucho que me
toquen y menos que me abracen. Me gusta guardar las distancias y me agobia que
invadan mi espacio vital. En ocasiones suelo explotarlo para evitar situaciones
que me desagradan. ¡Quién evita la ocasión evita el peligro!
El tocar se va a acabar... |
Un día viajando en el metro, un niño que iba con su madre se acercó a
mi lado muy emocionado. El niño no me molestó en absoluto, cosa rara, ya que suelo
evitar los vagones donde encuentre alguno. La verdad es que me caía simpático y
me intrigaba el lugar al que se dirigía. Lo que me sorprendió no fue mi buena
disposición a que el niño me rozase, sino la reacción de su madre. De la manera
más educada y amable posible le dijo: ¡ten cuidado estas invadiendo el espacio
de esta persona!
Lo normal es que la gente te invada, te roce, te toque, abrace, etc.,
pero yo no soy muy amigo del contacto físico. En alguna ocasión, para evitar
malos entendidos y que la persona que viene hacía mí no se sienta mal: ¡soy el
que da el primer paso!
No sé cuando empezó mi “fobia” a que me tocasen, pero con el tiempo y
autodisciplina he ido aprendido (en ciertos casos) a superarlo. Si me pongo a
pensar en su origen me vienen a la cabeza flashback recurrentes que me dan la
pista de por dónde van los tiros. ¡Nada como dedicar tiempo a autoanalizarse!
Helen Parrish avisa a Deanna Durbin que la próxima vez que la toque se llevará una hostia. |
El recuerdo que tengo más vivo fue cuando tenía aproximadamente unos 9
años. Estando en el colegio fuimos de excursión a Rascafría. Al bajar del
autobús tuvimos que cruzar un pequeño puente (o así lo recuerdo) y a la mitad
del mismo nos cruzamos con una excursión de adultos con discapacidad. En un
momento dado empezaron a tocarnos el pelo, agarrarnos la ropa e incluso a una
compañera le quitaron el helado. Todo fue cuestión de minutos pero me
parecieron una eternidad. Todo acabó cuando aparecieron unas religiosas y
pusieron orden. La situación me dio miedo y también sentí pena por ellos. Eran
otros tiempos…
Si me pongo a pensar en mi infancia podría decir que la cosa viene de
lejos.
Marnie agobiada por el lapabrazo de su galán. |
He contado más de una vez que no me gusta el deporte, pero no sé si
también tendrá un poco que ver con todo esto. Algo que no he contado nunca es
que si no me gustaba el judo, no era por no hacer deporte sino porque había
contacto físico y en el judo esto es inevitable. Lo que más recuerdo es verme colocarme
el judogi cada dos por tres. Creo que me incomodaba tener el cuerpo expuesto y
notar manos ajenas rozándome la piel. Lo deduzco, porque en ese tiempo era bien
pequeño.
De niño, en las pocas ocasiones en las que he asistido a misa, temía
el momento de: “darse la paz”. Solo pensaba en evitarlo a toda cosa. Dar la
mano a un desconocido me producía cierta cosilla… Luego al observar que “darse
la paz” no significaba nada para nadie, me dio el motivo suficiente para no
volver a hacerlo. Ese momento para mí, al que se añade (desde mi punto de
vista) una sonrisilla siniestra es cuando menos: ¡espeluznante!
Podéis daros la paz: ¡momento terrorífico! |
De todas formas el que no me guste que me toquen no solo me pasa con
desconocidos. También me ha pasado con familiares, amigos y conocidos en mayor
o menor grado.
Cuando íbamos a visitar a mi abuela paterna, a veces se juntaban varias
de sus hermanas y nos tocaba hacer el “paseíllo”. ¡Los pellizcos en los
mofletes ni contarlo! También me pasaba con mis abuelos maternos. Tanto con
ellos como con las visitas, aunque estas fuesen de familiares que me gustasen. Hubiese
preferido hacer un saludo general y punto, pero como era y soy disciplinado
pasaba el trago y luego me comportaba con total normalidad. Según me han
contado yo era bastante cariñoso. ¡Ver para creer!
Lo de ser un "mono" de feria no casa conmigo. |
Como siempre he llevado mal el tener que hacer el “paseíllo”, no me
gusta que si visito una casa donde hay niños les “obliguen” a saludarme. Aviso
antes a los padres que dejen al crío que decida por sí mismo. No aguanto a esos
padres que se empeñan en que me saluden aunque él no quiera. Me dicen que es
por educación. Les entiendo pero no lo comparto. Otra cosa es que la visita se
convierta en un infierno porque el niño parezca que esté poseído.
No, no estoy poseído. ¡Es que me quiero lavar las manos! |
Algo que no consigo superar del todo es viajar en transporte público.
Depende también de mi IEV (Índice de explosividad volcánica). El peor sin
discusión es el metro. He llegado a hacer recorridos más largos en otros medios
por evitarlo. Me olvido de mi mano a la hora de sujetarme en la escurridiza
barra del vagón y si me roza alguien: ¡me da un patatús! Si te despistas y te
acercas la mano a la cara, algunas veces huele como a Doritos… Esto va unido a
otra cosa que me da asquito, que es ver comer a la gente en el vagón. Pienso que
comer es un acto bastante personal y solo debe hacerse con personas de total
confianza. Cuando salgo a comer fuera de casa tengo mis manías a la hora elegir mesa y de
sentarme en ella.
Marnie Edgar: No me quieres.
¡Solo soy algo que has atrapado! ¡Crees que soy una especie de animal que has
atrapado!
Mark Rutland: Así es, lo eres.
Y he atrapado algo realmente salvaje esta vez, ¿verdad? Te he rastreado y
atrapado, y por Dios que te no te voy a soltar.
“Marnie” (Universal, 1964)
Tocar cosas que otros han tocado antes me da repelús y si encima les
pongo caras peor. Cuando pedaleaba hacía la nada más infinita en mis clases de
spinning, tenía que elegir muy bien la bici en la que me sentaba. Imagino que
suponéis que la mitad de las veces estaban sudorosas… Ya ver las gotitas o
charquito de sudor en el suelo ni te cuento. ¡Lo dejo que vomito!
Sólo para tus ojos: ¡mirar pero no tocar! |
Tocar y no ser tocado: ¡this is the question!
Si me hubiese dedicado al mundo del circo hubiera destacado como
contorsionista. Es tener que ir a un wc público y hacer “malabarismos” para
poder entrar y para poder salir. Cuando quedo para tomar algo, siempre me pongo
pejigueras eligiendo locales. Prefiero que estén semi-vacios o vacios del todo.
Eso me da cierta confianza para, si tengo que usar el wc no me estrese en
exceso. De todas formas nunca bajo la guardia. En el caso de no darme mucha
confianza siempre va alguien a reconocer el terreno por mí. Normalmente
Escolopendra Venenossa o Carmen Munster.
¿Estará el wc en condiciones? ¡Va a ser que no! |
Soy experto en utilizar el codo para abrir puertas o utilizar el
meñique para abrirlas desde la parte superior de la misma. Si la puerta se abre
cuando llego, me escurro hábilmente antes de que se cierre. Al lavarme las
manos no me queda más remedio que usarlas para abrir el grifo del lavabo, pero
lo cierro con el codo si se puede y si no, me envuelvo las manos con papel. Para
secármelas empleo mi propia ropa. Para salir utilizo el pie y el codo si no
tienen picaporte, en caso contrario llevo las manos envueltas en papel como si
de guantes de boxeo se tratasen. Cuando estoy en mi sitio me doy con jabón
líquido, que es algo que me acompaña prácticamente toda mi vida adulta.
A veces no me extraña que piensen que soy un "bicho raro" porque más de
una vez me han pillado in fraganti en el proceso.
La puerta de un wc público es el peor lugar al que alguien escrupuloso
como yo se debe enfrentar, pero también es mi modus operandi con cualquier
puerta que me dé grima.
¡Si no te gusta que invadan tu espacio vital King Kong es tu héroe! |
De todas formas si tuviese que evitar tocar cosas tendría que
encerrarme en casa y tirar la llave. Creo que tengo una parcela de mi cerebro
dedicada exclusivamente a omitir ciertos pensamientos. Me imagino a unas cuantas
neuronas con las caras de los personajes de la serie “Erase una vez… la
vida” haciendo guardia para eliminar cualquier idea desagradable antes de que
nazca.
¡Nunca he sido escrupuloso con los animales! |
Relacionado con todo esto está mi manía a evitar entrar en un lugar,
sea el que sea, donde estén reunidas un cierto número de personas. En general
no tengo cuantificado el total que tolero alrededor, pero el ideal es que sean
menos de diez. Así que, no soy amante de las bodas, bautizos y funerales. Además
en estos eventos donde hay mucha gente, los baños suelen estar muy concurridos…
Esto me recuerda, y lo sabe muy bien Escolopendra Venenossa, que no
visito los baños de carretera, aeropuertos ni nada parecido.
¿Cómo me las apaño cuando voy a un gran almacén con lo que me gustan
las compras? Enfoco mi atención en mi objetivo e intento evadirme de lo que me
rodea. Entro y salgo rápidamente sin entretenerme. En cualquier caso y
situación: ¡no pensar!
Freeman Lowell no se lo pensó mucho para dejar el espacio "limpio" de Homo sapiens. |
Como ya habéis visto no llevo bien estar rodeado de gente, incluso tampoco
lo llevaba bien cuando estudiaba o trabajaba.
Aunque cueste creérselo soy bastante tímido y me ruborizo (o lo hacía)
con bastante facilidad. No me gusta hablar delante de muchas personas. Es
verdad que si pongo la directa no tengo freno, pero solo cuando tengo confianza.
Sin saberlo el padre de mi amiga Mª Jesús me ayudó a ser más abierto y a enfrentarme a posteriori a grupos de personas. Él siempre que me veía me
gastaba alguna broma que hacía que en seguida me pusiese colorado. Un día
decidí ser el primero en gastar la broma y llevar la conversación. ¡La mejor
defensa es un buen ataque!
Una abrazo a traición pilló desprevenida a Beverly... |
Cuando estudiaba en Artes y Oficios recuerdo no hablar con casi nadie
en mi primer año y menos con los profesores. Cuando eso cambió un profesor se
acercó y me dijo: ¡por fin escucho tu voz! Al año siguiente a este profesor le llegó a sus oídos
que yo era muy charlatán y que no paraba. Pensaba que le hablaban de otra
persona. Ya conté en otra entrada del blog que otro profesor de la misma
escuela le comentó a Escolopendra: ¡cuando le conocí era muy distante!
¡Nunca daría una conferencia ni aunque fuese sobre cine!
De todas formas es inevitable tener contacto con otras personas. Iba a
yoga y acudía a la piscina todos los días, pero más de una vez he abandonado mi
clase de yoga porque cuando llegaba tarde, si había más personas de las que
podía aguantar salía de allí como alma que lleva el diablo. También he
abandonado la piscina con el gorro y el bañador puesto si estaba llena. Si llego
el primero y cojo sitio ya me da igual que el número supere lo aceptable. Eso
sí, intento salir el último para no tener que confraternizar.
Enrique Claudin solo imparte clases particulares... |
Si o si, cuando estoy rodeado de personas siempre me coloco al fondo o
en una esquina. Evito tener a nadie cerca. Esto es contraproducente cuando vas a clase o una conferencia, sobre todo si eres corto de vista o el orador de
turno tiene un volumen de voz escaso, pero hago uso de mi ingenio y me apaño.
Si soy sincero, cuando estudiaba, si la materia no me interesaba en lo más
mínimo me ponía a pensar en mis cosas. En mi época de estudiante (obligado)
acumulé: ¡muchos insuficientes!
En mis días de spinning, en pleno verano con el sol en su máximo
esplendor, me colocaba al lado de las cristaleras. Si entrabas en la clase te
encontrabas un lado abarrotado y en el otro a mí. Llevo fatal el sol y el calor
pero: ¡prefería achicharrarme!
¡Nunca me ha importado estar solo! |
Como decía Kipling: “(…) vuelve de cuando en cuando a ser el gato que
va solo y todos los lugares le dan lo mismo.”
Tener una vida solitaria no me ha impedido tener amigos. Lo bueno es
que puedo dedicarme en exclusiva a unas pocas personas, conocerlos bastante
bien y tener una amistad a prueba de bombas. Tampoco me ha impedido hacer cosas,
aunque siempre he preferido hacer cualquier actividad solo que en grupo.
Cuando asistí a las clases de terapeuta de Flores de Bach, aprendí
mucho más sobre mí (y los demás) que si hubiese ido a ver a un psicólogo, siempre
y cuando hubiera considerado que tenía un problema.
¡Marnie prefiere rozarse con un potro antes que con un mozo! |
El aula donde se realizaba esta terapia floral solo tenía una
fila de asientos y me colocaba en un extremo. Hablaba poco y me mantenía distante
observándolo todo. En la misma habría una docena de personas o más y todas eran
bastante extrovertidas. Cosa con la que no comulgo. La profesora que las
impartía, con una larga trayectoria y experiencia, me caló en seguida. Cuando
empezó el tema de las flores tipo (son las que definen una característica
personal, en vez de un estado de ánimo), indicó a la clase que en la misma
había un clarísimo Violeta de Agua. ¿Sabéis quien era?
Ya con la cara de mi color habitual y una vez se había desvelado el
“misterio” del único chico de la clase, deje de comer solo y empezaron a
dirigirme la palabra. No me hablaban porque fuesen unos bordes, sino porque: ¡me
tenían miedo!
El último día de curso, la profesora me presentó a su hermana que vino
ese día a vernos o a conocerme, no se… Mantuve una larga y enriquecedora
conversación con ella. Se despidió diciéndome que estaba encantada de haber
conocido un típico Violeta de Agua...
Las Flores de Bach abrieron una puerta a un mundo nuevo..... |
Comparto tanto características buenas como malas con el tipo Violeta
de Agua, pero lo principal es: que no busco el contacto físico con los demás y
la soledad es mi bien más preciado. Para el tipo Violeta de Agua es algo así
como: “que no me molesten ni me invadan”. También se relaciona mejor con los
animales que con las personas. Con los animales no soy escrupuloso. Sea el animal
que sea.
Hablando de animales… Soy un poco como los gatos. Si dejo que me
achuchen llega un punto en el que me vuelvo arisco.
Un fin de curso escolar estuvimos durante una semana en una Granja
Escuela. Prácticamente todos los días estaba metido en la cuadra con los animales
faltando al resto de actividades. Esto desde luego no gustó mucho a los
profesores. Aunque me mandaban a buscar, en cuanto podía me escabullía. Al final
me dieron por imposible. ¡Cuando volví a casa olía a cabra!
De niño no sabia que se podía dar más de un uso a un apero de labranza... |
En esa granja “sobreviví” a ciertas experiencias (incluido juego
alrededor de una fogata) que podrían haberme convertido en un: verdadero Jason
Voorhees…
En mi opinión creo que se da demasiada importancia al contacto físico
entre los Homo sapiens y por añadidura a la empatía. Otro rasgo que no casa con
Violeta de Agua. Si te sales de lo que se considera “normal” te conviertes en
una especie de Sheldon Cooper, que está muy bien para echarse unas risas
viéndolo en la tele, pero que no suele ganarse muchas simpatías en la vida real.
¡Nadie como la Garbo para entender de lo que hablo! |
“Nunca dije: “Quiero estar sola”.
Sólo dije: “Quiero que me dejen en
paz”.
Hay toda una diferencia.”
Greta Garbo
Venenosos Salu2 desde Crystal Lake!
Todas las fotos archivo del autor.
"Todos tenemos que llevar nuestras propias vidas al final, ya sabes."
Catherine Deneuve como Carol en "Repulsión" (Compton Films, 1965)