Hace poco más de una semana
que fui al cine, cosa que hago cada vez con menor frecuencia, con María
Escolopendra Venenossa y Carmen Munsters para ver ¡Ave, César!, la nueva
película de los hermanos Coen. El tráiler de la misma, que vi en el estreno de
la última de James Bond “Spectre” creó en mí grandes expectativas. Buenos
actores y un buen tema. Todo homenaje al cine clásico (que tanto me gusta), es
siempre bienvenido.
El problema viene cuando el
tráiler promete más de lo que realmente uno espera o imagina. He de decir que
el tráiler es bastante engañoso y no solo me lo pareció a mí. “Maravillosos”
los montadores que lo hicieron… y menos mal que prefirieron engañar que no
destripar la película como sucede en muchas ocasiones.
La película se desarrolla en
un estudio de Hollywood durante los últimos años de la era del Sistema de
Estudios. A finales de los años 40 y principios de los 50. Durante los 106
minutos que dura la misma, acompañamos a Eddie Mannix (personaje que existió realmente) magníficamente interpretado por Josh Brolin. Mannix era un
ejecutivo y productor, que entre otras cosas, se dedicaba a proteger a las
estrellas que el estudio mantenía en nómina.
Además, en la trama aparecen los
típicos personajes que habitaban un estudio: estrellas de renombre, figuras del
musical, cowboys de serie B, directores, columnistas, etc.…
La ambientación es
espectacular y la película contiene una buena sucesión de guiños evidentes al
cine clásico y otros no tanto para ojos inexpertos. Con un guión más sencillo
aunque previsible, habrían sacado más partido a los personajes y se hubiesen
ahorrado algunos momentos que llegan a ser bastante aburridos. Con esto ¡Ave, César! podría
haber sido mejor de lo que es.
Comparar, como hacen muchos
críticos a George Clooney con Cary Grant o como sugiere su papel en la
película, con Clark Gable o Robert Taylor, como que no. Scarlett Johansson
podrá ser todo lo buena actriz que quiera, pero para ejercitar mi nostalgia
prefiero a Esther Williams, así como también prefiero quedarme con Gene Kelly o
Ernst Lubitsch, claros referentes en la misma.
He de reconocer de todas
formas, que me sorprendió gratamente Alden Ehrenreich como Hobie Doyle un
ingenuo y tierno cowboy muy al estilo de Roy Rogers.
El bonito espectáculo que es ¡Ave,
César!, no es más que un pastel muy bien presentado pero nada alimenticio. O
expresado de otra forma: ¡Ave, César! es a Ben-Hur lo que una mouse a un
cruasán. Una vez dicho esto, comentar que pese a todo, la película no me
disgustó.
Hubo momentos mientras la
veía, en los que me llegué a emocionar, no para echar unas lágrimas pero casi.
Las escenas de acrobacias acuáticas, de baile, de los platós de rodaje, los
tejemanejes de los ejecutivos, me hicieron recordar las “viejas” películas, a las
estrellas que las protagonizaban y que ya no existen.
Entré en una especie de estado
de shock. Por un momento mi cerebro me hizo ver que ese mundo ya no existía,
pero reafirmó mi convicción de que el cine no es ni será lo que era.
Por mucho que intenten
corregirme de mi ¿error?, la magia que provocaba el cine dejó de existir hace
mucho tiempo. Acabaron con ella cuanto más se empeñaron en acercarlo a la realidad.
¿Por qué tanto empeño en las cuestiones sociales? ¡¡Qué pesadez!!
A mí no me interesa que me muestren lo que
sucede en la cola del paro, en un hospital, ni nada parecido. Para realidades
ya me acerco al INEM o al 12 de Octubre, por poner un ejemplo. Y ya no me pongo
a hablar de la película de turno sobre cualquier guerra o el Holocausto…
¿Y los actores? El misterio
que los caracterizó en décadas pasadas se perdió en el momento en el que salieron
a la calle y dejaron de ser estrellas. Se dejaban ver y se mezclaban con los
simples mortales. Comprobamos que eran poco más que personas vulgares y
corrientes. Lo que si perpetuaron fueron los peores defectos de una diva: la
desgana, la mala educación y los aires de grandeza que se gastan algunos y
algunas.
Mi amiga Carmen, siempre que
quiere “despertarme y elevar mi temperatura” como si yo fuese un volcán
durmiente, me saca el tema del glamour, sobre todo cuando se acercan los
premios Oscar y los Goya, cosa con la que sabe muy bien ella que entro en erupción. El Glamour ya no existe como tal, solo permanece como una palabra vacía.
Igual es que me he quedado
anticuado. Me gustan las comedias sutiles, las románticas donde no se muestra
nada pero se sugiere todo, los diálogos con doble intención, los finales que siempre
terminan bien o mal según sea su protagonista…
Me gustan las películas donde
Cary Grant o Gary Cooper siempre son los buenos; Hedy Lamarr solo tiene que
preocuparse por salir hermosa; Garbo o Dietrich repiten una y otra vez el mismo
rol de damas románticas o fatales; Bogart es Bogart; Rita es Gilda; Lana Turner
luce su característica melena champagne y maravillosos vestidos; Crawford es la
diva máxima. Todos y cada uno de ellos sin despeinarse ni un ápice.
En definitiva me gustan los
géneros y las estrellas ceñidos al sota, caballo y rey de las primeras décadas
del cine. Todo ello adornado e iluminado como solo en la edad de oro de
Hollywood se podía hacer.
Venenosos Salu2 desde Crystal
Lake!!
Todas las fotografías son de
mi colección.