Solo
hace falta escuchar un repiqueteo de tambores seguido de unas trompetas, para
que sepamos que la película que vamos a ver es una producción de 20th Century
Fox u oír el rugido de un león para saber que es una película de la MGM. Hay
sonidos e imágenes indisolubles de la memoria colectiva.
De
niño me encantaba ver aparecer al león de la Metro rugiendo a través de un
anillo de cinta de película con el lema del estudio. Años más tarde, cuando ya
empecé a ser consciente de mi predilección por ciertas estrellas y a
interesarme por ellas, comencé a fijarme en los estudios para los cuales
trabajaban. Me pasó con Rita Hayworth y la Columbia y me pasó después con Marlene
Dietrich y la Paramount.
Tanto
leer sobre cine y tanto ver películas clásicas, han hecho que con el tiempo,
tenga preferencia por las películas de Paramount y pueda más o menos
reconocerlas. Esto se debe principalmente a que muchos de los directores,
actores y estrellas que me gustan formaron parte de dicho estudio, pero también
es verdad que se debe el estilo único y personal que tenía en los años 30.
Nada
más echar un vistazo a la icónica entrada del estudio (con sus columnas
salomónicas) ya lo dice todo. Está emblemática puerta fue la entrada principal
al mismo hasta 1976. El campanario que la coronaba, fue retirado por seguridad
después del terremoto de 1936.
Si
MGM se definía a sí mismo como el estudio con más estrellas, su máxima
prioridad era crearlas y crear películas solo pensadas para ellas, Paramount
era conocido por ser el estudio de los directores. Hay que aclarar que el
eslogan de la MGM resultaba ser un recurso publicitario más que la verdad. En
los años 30, el estudio con más estrellas era Paramount.
Desde
su fundación en 1912 por allí pasaron: Clara Bow, Louise Brook, Claudette
Colbert, Gary Cooper, Marlene Dietrich, Kay Francis, Cary Grant, Paulette
Goddard, Veronica Lake, Dorothy Lamour, Herbert Marshall, Gloria Swanson, Mae
West, Anna May Wong y Los Hermanos Marx entre otros.
De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Clara Bow, Louise Brook, Kay Francis, Paulette Goddard, Dorothy Lamour, Herbert Marshall, Adolphe Menjou y Anna May Wong. |
No
es que los ejecutivos les dieran manga ancha a los directores, pero siendo el
estudio más sofisticado de todos, no es de extrañar que los directores más
personales e individualistas terminaran allí: Ernt Lubistch, Cecil B. DeMille,
Mitchell Leisen, Josef von Sternberg, Erich von Strohein y más tarde Billy
Wilder o incluso el gran Alfred Hitchcock.
¡Yo soy La Estrella! Pero... ¿quién se lo dice a quién? Marlene Dietrich con Ernt Lubistch en el rodaje de "Ángel" (1937). |
Como
he dicho, si en la MGM, cuidaban hasta el último aspecto de su estrella en
auge, en Paramount, sabían que un buen film se debía a la creatividad de su
director y además contaban con el aliciente, de que el director era el que, a
última instancia se las tenía que ver con las caprichosas estrellas, cosa que a
los ejecutivos les ocasionaba algún que otro “problema”. Esto resultaba una
liberación para ellos y se podían dedicar a “temas más importantes”.
La
Paramount daba libertad a sus directores mientras sus películas dieran dinero.
Resumiendo: “nosotros no interferimos en el desarrollo de la película mientras
nos consigas un buen material de éxito”. En ese aspecto la Paramount era arriesgada.
Les daba igual qué estrella apareciese en un film, porque contaba con los
directores más creativos, que sabían sacar lo mejor del material (ya sean
guiones, actores, etc.) que tuviesen.
La Swanson firmando un autógrafo (o dándole unos consejos) a Carole Lombard ante la atenta mirada de George Ratf. |
Películas
de éxito del estudio contaron con actores mediocres que en otras producciones
de otros estudios, hubiesen pasado sin pena ni gloria. Gracias, por ejemplo, al
genio y la elegancia de Lubitsch, maestro de la alta comedia. Por cierto, la
comedia, fue un género que dominó Paramount.
Lubitsch y su eterno cigarro. Su nombre en los créditos de las películas era tan importante como el nombre de las estrellas. |
Notable
es que Ernst Lubitsch, el gran director conocido por su toque (mil veces
imitado), terminará siendo jefe de producción de Paramount o que el estudio
permitiera al personal y perturbador Von Sternberg, que construyera un mundo sofisticado
y extravagante, para su máxima estrella: Marlene Dietrich. Aunque cuando el
estrellato de ésta llegó a peligrar y se cansaron de sus excesos, no tuvieron más
remedio que separarlos. Él desde entonces se convirtió en un maldito de
Hollywood.
Incluso
cuando el emblemático DeMille, cuyo nombre aparecía antes que el de las
propias estrellas, que estaba en La Paramount desde sus comienzos (a Gloria
Swanson se le podía atribuir la cita: “Yo soy el cine”, pero DeMille podría
decir perfectamente: “Yo soy Paramount”), se marchó a la MGM después de
irritarse con algún ejecutivo del Estudio, regresó a casa, al darse cuenta que “mientras
en Paramount era el pez más gordo en un banco de peces, en MGM era el pez más
gordo en un banco de tiburones”, como muy acertadamente dice Ethan Morddenen.
La
Paramount además de ser el estudio más sofisticado, concibió un universo
deslumbrante para sus películas, en oposición con el entretenimiento familiar
que producía MGM, con sus populares estrellas (Garbo, Crawford, Shearer,
Gable…) y sus espectaculares decorados.
Claro
ejemplo de la diferencia de estilo y tratamiento, se ve en una película como:
“La Venus Rubia” (1932). Si en dicha película Marlene Dietrich es la
estrella de un cabaret parisino, abigarrado, más o menos extravagante y de
dimensiones reducidas, en la MGM para una estrella de su magnitud, hubiesen
concebido un cabaret tan grande como un campo de fútbol.
Es
curioso también que los mayores escándalos debidos a estrellas, fueran de los
que estaban bajo contrato con Paramount. En la Metro, donde se mantenía a las
estrellas con mano de hierro, Mayer (máximo responsable) comentó a una díscola
Joan Crawford en una ocasión: “nuestro estudio es familiar y esos
comportamientos no son propios de nuestras estrellas. La Metro no es una casa
de putas como la Paramount”.
Imagino
que conociendo el plantel, no encontró otro calificativo mejor para el estudio
rival. ¿Quién si no la Paramount tendría bajo el mismo techo a Clara Bow la
chica “eso”, la descarada Mae West, la alocada Carole Lombard, la exótica Anna
May Wong o a la ambigua Dietrich?
Sin
ir más lejos, la Metro no vio con buenos ojos, que su galán por excelencia
Clark Gable, se viese con la Lombard. Como buen peso pesado que era Gable, este
ganó y al final la llevó al altar.
El
cuidado con el que se trataba a las estrellas en la MGM, por encima de guiones,
directores y demás, era legendario. MGM no hubiese permitido a la Dietrich
besar a una mujer en los labios y posteriormente lanzarle flores a Gary Cooper
(estrella en auge, con el riesgo de acabar con su carrera) en una película
como: “Marruecos” (1930). Yo creo que ni se hubiesen planteado rodarla.
¿Quién podía resistirse al encanto de Mr. Cooper? Gustaba por igual tanto a las damas como a los caballeros. |
Ese
mimo para con sus estrellas, era envidiado por el resto de astros de los demás
estudios. Por lo menos así parecía que pasaba con los de Paramount, pero
también era mejor estar con ellos que caer en manos de la Warner.
En
Paramount las estrellas corrían a su suerte y muchas de ellas fracasaron antes
de empezar, como en el caso de Nancy Carroll. Una promesa con la que no
supieron muy bien qué hacer. En la Metro esto no hubiese pasado. Como he dicho,
mientras MGM cuidaba hasta el mínimo detalle con respecto a su estrella,
ofreciéndoles sólo el material adecuado para fortalecer su status, en Paramount
tenían que vérselas con todo tipo de material. Esto en algunos casos les
favorecía, llegando a convertirse en actores todoterreno. Claudette Colbert,
cultivó todos los géneros desde su llegada al estudio en 1929 y su marcha en
1945. Significativamente ganó su Oscar fuera de “su casa” con “Sucedió una
noche” (1934) y encima la hizo estando castigada. Gary Cooper es otro ejemplo
de actor hecho a sí mismo, pasando de un género a otro.
Paramount
era un estudio que desaprovechaba a sus valores. Carole Lombard, una de sus
máximas estrellas, realizó sus mejores trabajos fuera del mismo, cedida en
préstamo (cosa común en aquella época). Sólo personalidades de gran magnitud
podían sobrevivir a tal derroche de talento.
La Lombard una gran estrella, una gran comedianta. Su prematura muerte nos impidió saber de lo que sería capaz en un futuro. |
Por
otro lado, la imagen que proyectaron estrellas como Claudette Colbert, Marlene
Dietrich, Gary Cooper o los Hermanos Marx (sus mejores y más alocadas películas
se rodaron en este estudio), no volvió a ser la misma una vez abandonaron
Paramount. Y esto, en algunos casos, tenía que ver con el genio de sus
directores. También es cierto que les favoreció en ocasiones, proporcionándoles
otros registros, abandonando sus antiguos clichés.
A
mí en particular me gusta más el Cooper en las comedias de los años 30, que en
sus trabajos posteriores. La imagen que se habían creado era de tal magnitud,
que en el caso de Marlene, tanto Wilder como (un confeso) Hitchcock, “quisieron
contar” con la Dietrich-Von Sternberg para sus respectivas películas.
Sea
como fuese, yo no puedo identificar a ningún director con su respectivo
estudio, excepto con los de Paramount. De hecho, no puedo recordar a otros
directores que me hayan calado por sus respectivas carreras como ellos. Puedo
mencionar prácticamente la filmografía de Greta Garbo, pero no puedo decir cuál
director la dirigió. Igual me pasa con la Crawford, ambas estrellas de la
Metro, por lo que es muy posible que las etiquetas que han perdurado en el
tiempo sean de lo más justificadas.
Venenosos
salu2 desde Crystal Lake.
Todas las fotos archivo del autor.
Todas las fotos archivo del autor.