Obligado a permanecer en la
penumbra debido al calor que me agobia, a punto estoy de desembarazarme de lo
poco que llevo puesto, unos bóxer Calvin Klein del año la tana y caminar libre
como Tarzán.
Johnny Weissmuller en 1932, en los tiempos en los que podía lucir carne. Foto: Colección Davidjason |
Nadie me lo impide,
Escolopendra Venenossa desde su grieta, está harta de verme corretear de un
sitio para otro ligero de ropa, cual starlette de serie B.
¡Siempre por exigencias del
guión, como debe ser!
Cuento además con la ventaja
de que aquí somos bastante rácanos en cuestión de espejos y como solo tenemos uno de
cuerpo entero, con no acercarse donde está, no hay problema.
-Espejito, espejito: ¿Quién es
el tipo más mono de Crystal Lake?
-¡Desde luego que tú no!
Y se te acaban las ganas de
pasearte delante del maldito espejo y hacer monerías (a las que soy muy
aficionado) sin nada de ropa.
Marlene y su eterno amigo retratada por Don English en 1932. Foto: Colección Davidjason |
Una cosa es estar fresquito y
otra muy distinta ser consciente, viendo tu reflejo, de que no eres un Adonis. Sobretodo
nada más levantarte por las mañanas legañoso, despeinado y con rebabas...
¡Qué envidia que me dan los
animales! En pelotas todo el día y siempre quedan bien en cualquier situación.
Frankie y sus cosas de perros... Foto: Davidjason |
La verdad que puestos a
elegir, muchas personas están mejor al natural que vestidos. En la playa por
ejemplo, muchos estarían mejor sin nada encima, que embutidos en
bañadores que les dan formas imposibles. El cuerpo a su libre albedrío casi que
me resulta más estético.
Como tengo amigos que me
acusan de “gordofobia”, he de decir que no estoy faltando al respeto a nadie,
estar en su punto no es cuestión de kilogramos. Para faltar (ignorar seria más
apropiado) a alguien, no me guío por su físico. Fijándome en su actitud o
cruzando un par de palabras ya me lo han dicho todo.
Davidjason saliendo del mar. Foto: María Escolopendra Venenossa |
Puestos a elegir prefiero una
persona rellenita antes que a los excesivamente delgados, con sus cuerpos
marcando músculos, tendones, costillas, caderas… Parecen estar más cerca de la
mojama que de una persona normal. Si encima se tuestan al sol, no te quiero ni
contar…
Como siempre le digo a mi
amiga Bamba Negra: ¡¡Estar delgado no es sinónimo de tener buen tipo!!
Una clase de arte en el museo de Brooklyn en 1935. Foto: Archives of American Art |
En las clases de dibujo de mis
años de estudiante en la Escuela de Arte, comprobé que era mucho más
interesante tener delante a un modelo normalito que uno que presumía de “buen
tipo”. Años después cuando pase a estudiar diseño de Moda, muchas modelos al
desnudarse para las pruebas perdían todo su encanto...
Hedy Lamarr en Extasis (1933), película polémica en su día. Foto: Google |
Pues bien, aquí estoy dudando
de sacar mis vergüenzas al aire este verano o mismamente en casa, cuando
reflexiono (siempre desde la perspectiva del glamour), en momentos de desnudez impresos
en mi memoria como el de Hedy Lamarr en “Extasis” (1933), los desnudos más o
menos velados de las películas de Cecil B. DeMille y en mayor medida, los de Johnny
Weissmuller y Maureen O'Sullivan en los Tarzanes de la Metro, antes de que la censura
acabara con sus minúsculos taparrabos.
Venenosos salu2 desde Crystal
Lake!!